Los presidentes de Israel y Palestina acuden esta tarde al Vaticano en respuesta a la invitación del Papa de celebrar juntos un encuentro de oración por la paz. Se trata de un acontecimiento estrictamente religioso, pero con evidentes resonancias políticas. La simple presencia en Roma de Simon Peres y Mahmud Abbas es ya todo un acontecimiento. La Iglesia no entra en el debate sobre qué camino deben recorrer ambas partes hacia un acuerdo político, más allá del respeto a unos principios básicos. Pero el Papa Francisco ha tenido el gran mérito de subrayar una obviedad de sentido común demasiadas veces olvidada: no habrá paz si antes no se desea. A nadie se le escapa la fuerza del mensaje que lanza al mundo que representantes de Israel y Palestina, judíos, cristianos y musulmanes, se reúnan para implorar a Dios la paz y pedir perdón por sus ofensas, tras más de seis décadas de conflicto. Este epílogo al reciente viaje del Papa a Jordania, Palestina e Israel subraya también la voluntad de los cristianos de Oriente Medio de involucrarse activamente a favor de la convivencia y del bien común de todos los ciudadanos. No sorprende, por ello, que Tierra Santa sea un lugar privilegiado para avanzar hacia la unidad entre católicos y ortodoxos, lo cual da un gran valor a la presencia esta tarde en el Vaticano del Patriarca de Constantinopla, compañero de peregrinación del Papa en Tierra Santa.