Ocurrió en septiembre de 1982, José Luis y un buen amigo suyo se fueron a Punta Umbría (Huelva) a visitar a su madre que trabajaba como empleada del hogar en una casa. Apurando las últimas horas de una tarde de domingo en la ría, antes de volver a Sevilla, decidió darse un último baño. Se tiró de cabeza, se dobló el cuello y quedó tumbado boca abajo tragando arena y agua. No perdió el conocimiento en ningún momento pero no se podía mover.

Su madre fue la primera en recibir la triste noticia, tenía una lesión medular por la rotura de la quinta y sexta vértebra que se traducía en una tetraplejia de por vida. Fue en el Hospital Nacional de parapléjicos de Toledo donde empezó a asumir lo que le había ocurrido.

José Luis se emociona al recordar el momento en que cambió su vida para siempre pero también brotan lágrimas de sus ojos cuando cuenta eso que sintió que le hizo seguir adelante. No fue fácil, al principio deseó no vivir pero "Dios le dio otra oportunidad”.

Mientras habla, Puri, se acerca varias veces a secarle las lágrimas con un pañuelo de papel. Ella cuenta sonriendo que se enamoró de él con 13 años, cuando eran adolescentes, y que ese amor ha perdurado hasta hoy. “Me casé por puro enamoramiento” dice orgullosa. Aunque lo intentó, José Luis no pudo convencerla de que él iba a ser una carga. “Puri si lo que voy a vivir son cinco o seis años” le decía, pero Dios tenía otros caminos para ellos y 41 años después están muy agradecidos al Señor de estar juntos.

Se señala con una de sus manos a la altura del pecho, “a partir de aquí no siento nada”. Puede mover los brazos, aunque con dificultad, pero solo tiene movilidad en los dedos de la mano derecha gracias a una operación que le permitió hacer el gesto de la pinza. Un gesto que, aunque pueda parecer increíble, le permite conducir. “Vi a un tetrapléjico en la tele conduciendo y dije pues yo también y Puri me animó” asegura orgulloso.

Su vida ha estado plagada de retos conseguidos. La enseñanza ha sido, y es, su gran vocación pero fue difícil ejercerla en aquellos tiempos en que nada era accesible. Pero terminó sus estudios de profesor y comenzó a dar clases particulares en casa con las que paliaron sus problemas económicos.

José Luis también se emociona recordando a su padre de quien dice heredó muchos bienes espirituales, entre ellos ser bético. Su pasión por su equipo le ha permitido formar parte del club colaborando en la mejora de la accesibilidad de su estadio.

Pero si hay algo, nos cuenta Puri, que les ha abierto del todo su corazón a amar la vida es su familia de fe además de su familia de sangre, “no tengo la más mínima duda de que si necesitamos ayuda la tendremos”. Es en la parroquia Mayor de Santa María la Blanca de Los Palacios y Villafranca donde se reúnen con sus hermanos y donde dan gracias cada día a Dios por todo lo que tienen. José Luis, a sus 64 años lo tiene claro, “Dios existe porque lo que para mí era imposible es posible”.