El desacuerdo de los independentistas en torno a la investidura de Jordi Sánchez muestra por enésima vez las contradicciones internas de las fuerzas que están por la secesión, y pone en evidencia una vez más su distanciamiento de las necesidades reales de la gente.

Ya es un disparate que el candidato que sustituya a Puigdemont sea Jordi Sánchez, en prisión preventiva y pendiente de un juicio que puede inhabilitarle. Pero ahora el anuncio de la CUP de que no le apoya revela que los secesionistas están como lo estuvieron desde que Artur Más decidió llegar a un acuerdo con una formación revolucionaria. Nunca hubo un proyecto compartido entre los secesionistas. No hay, como dicen, un proyecto mayoritario para hacer país. Hay una suma de escaños, que no de votos, que incluye a un grupo anticapitalista al que no le interesa nada ni la realidad, ni lo que los catalanes necesitan, solo desestabilizar el sistema.

EL independentismo ha convertido la política catalana en una pesadilla, un laberinto de contradicciones del que parece imposible salir. Está preso de Puigdemont y de la CUP. LO que hace falta es que las voces que dentro del secesionismo reconocen esta situación en privado hagan un ejercicio de libertad, den un paso adelante y formen una conjura del sentido común.

Es una inmoralidad difícil de calificar el hecho de que los proyectos ideológicos que van contra la realidad, que el particularísimo y el personalismo hayan creado esta situación. Los votantes están tomando nota, como muestran los últimos sondeos ante tanta sinrazón.