De entre los varios problemas que urge afrontar en España cara a un inmediato futuro, el de las pensiones ocupa un lugar prioritario para los ciudadanos. Se trata de un problema arduo para todas las sociedades occidentales, que requiere complejas soluciones técnicas y que necesita claridad y sinceridad. Cada día que pasa es más acuciante la necesidad del diálogo entre los partidos políticos para alcanzar un pacto de Estado que garantice la viabilidad de nuestro sistema de bienestar.

En su aparición después de un largo período de letargo, el Secretario General de los socialistas, Pedro Sánchez, con más demagogia que razón política, ha propuesto crear dos nuevos impuestos, uno a la banca y otro a las transacciones financieras, para asegurar el futuro de las pensiones. Pero esos impuestos apenas servirían para cubrir un 13% del déficit de nuestras pensiones.

Esta genialidad del líder socialista se puede volver en su contra, ya que no solo es técnicamente insostenible sino inoportuna por los efectos que pudieran derivarse para los clientes de los bancos, o sea, para todos los ciudadanos. Quizás el deseo de Sánchez de conquistar el voto situado en el entorno de un Podemos en caída, le juega malas pasadas.

La solución a los problemas en las cuentas de la Seguridad Social pasa por políticas de largo plazo, como la creación de un empleo estable y de calidad y la decisión conjunta de propuestas que resuelvan el problema demográfico del envejecimiento. Para resolver de forma adecuada el futuro de las pensiones hay que actuar en sus causas y no en sus consecuencias.