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“Andrés el de las arradios”, una vida dedicada a las ondas

A sus 92 años continúa reparando antiguos receptores de válvulas en su taller de Colmenar Viejo

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FERNANDO ORTEGA

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 08:33

Esta es una de esas historias que nos enseña sobre la vida, el sacrificio y la pasión por un trabajo: la radio. Un medio de comunicación que llega a España en 1924 y cuya implantación tuvo lugar gracias al esfuerzo de profesionales como el protagonista de este reportaje sonoro.

Supe de su existencia gracias a Julio Pinto cuando un día me acerqué a su tienda de antigüedades de El Rastro de Madrid. Iba en busca de un viejo aparato de radio con el que decorar mi casa y al ver uno le espeté ignorante de mí a Pinto: “¿es un transistor?”. Él me respondió: “no chaval, esto es un receptor de lámparas”. Le pregunté: “¿y cuánto cuesta esta antigualla?, me respondió: “400 euros”. En ese momento aluciné en colores como la radio que quería pintar el abuelo de Gila -que fue gran amigo del protagonista de esta historia, ya que antes de humorista fue radiotécnico- y le pregunté a qué se debía ese precio disparatado. Me dijo que ese aparato tenía un valor sentimental especial por la persona que lo había reparado. Fue, entonces, cuando todo comenzó: “Le llaman en Colmenar Viejo Andrés el de las arradios, es un hombre de más de 90 años que repara aparatos desde que era un niño. Le dieron el año pasado el título de hijo predilecto del pueblo”. En ese instante me di cuenta de que siempre hablamos de las estrellas de la radio que están delante de los micrófonos, de manera especial el día 13 de febrero con motivo del Día Mundial de la Radio, pero no nos acordamos de los profesionales que en los albores de este medio en España pusieron en marcha la fabricación de un parque de receptores que generara una audiencia y, así, apareciera la inversión publicitaria que la financiara.

Conocí a Andrés en la localidad que le vio nacer, crecer y envejecer. Nada más verlo por primera vez no me pude creer que tuviera 92 años, por su aspecto físico no lo aparentaba y menos cuando comenzó la conversación, pero cuando se puso a trabajarle hubiera echado 20 años menos. Hablamos de un niño prodigio -porque que alguien me diga que con doce añitos estaba fabricando

aparatos de radio de los antiguos que tienen incontables piezas- una personalidad especial que desde niño le hizo interesarse por todo lo que conllevara pensar y calentarse la cabeza para llevar a cabo una tarea y que cultivó en él un espíritu de ayuda a los demás.



ENTRAMOS EN SU TALLER

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Luz tenue, silencio (sólo interrumpido por las señales horarias que emite un reloj), concentración, precisión y sobre todo mucha paciencia es lo que necesita Andrés para acometer la reparación e incluso reconstrucción de los aparatos que sus, todavía hoy en día, múltiples clientes le llevan para echarle un remiendo. Como dice Julio Pinto, “lo mejor que te puede pasar en la vida es verle trabajar”. El mimo, el cariño y la dedicación que Andrés emplea para reparar las arradios es propia de una obra de orfebrería. Hasta que el aparato “canta” pueden pasar horas e incluso días, pero nunca se rinde, nunca pierde la paciencia. La cosa se complicó durante unos minutos, pero Andrés advertía: “se puede poner como quiera”. Efectivamente, daba igual que las válvulas fallaran o las resistencias estuvieran fundidas, Andrés iba a terminar su trabajo como lleva haciendo cada día durante 80 años.

La radio y la marca Philips le permitieron conocer a grandes personalidades de la época. Emigró a Venezuela y Colombia. Allí puso en marcha Radio Caracol. Trabajó para TVE. Tuvo su propio negocio. Trabajó y se formó en Holanda. Obtuvo la concesión de 51 pueblos de la sierra norte de Madrid. Pero eso para él es solo una anécdota comparado con el trabajo que hizo y sigue haciendo por su pueblo, que le condecoró con el título de Hijo Predilecto de la Villa. Por ejemplo, los Grupos Electrógenos que diseñó a los ganaderos y agricultores de Colmenar y alrededores para que pudieran trabajar en una época en la que había luz contadas veces a la semana. Por si fuera poco, desmontó pieza a pieza el Reloj de la Torre, de la iglesia de la Asunción, para luego arreglarlo con un presupuesto ínfimo, mientras que los profesionales suizos que iban a arreglarlo pedían una millonada.

Este reportaje radiofónico pretende conocer a Andrés y homenajear su figura con el apoyo de un histórico de la radio como Pepe Domingo Castaño, que a día de hoy y al igual que el protagonista, sigue en activo al frente de ‘Tiempo de Juego’ en la Cadena COPE.

Andrés es una persona de las que ya no quedan. El cariño con el que desempeña su labor y su desinteresada dedicación a una edad tan avanzada es algo que nos enseña a ver la vida de otra manera y que a nadie deja indiferente.

Gracias Andrés y larga vida a la radio.

“Andrés el de las arradios”, una vida dedicada a las ondas

 

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