El mayor hallazgo de oro prehistórico de la península apareció por azar en Caldas de Reis
Lo que parecía una jornada rutinaria de trabajo agrícola en As Silgadas, en Caldas de Reis (Pontevedra), se convirtió en el inicio de una historia de oro
Madrid - Publicado el
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Un hallazgo casual, un intento de ocultación
El tesoro de Caldas de Reis, también conocido como Depósito das Silgadas, no fue descubierto por arqueólogos, sino por pura casualidad. Amalio Touceda, vecino del municipio, trabajaba junto a otros hombres en una finca de eucaliptos cerca de la casa señorial de “A Canle” cuando tropezaron con algo que cambiaría la historia arqueológica gallega: un impresionante conjunto de piezas de oro enterrado a escasos centímetros de la superficie. La magnitud del hallazgo los llevó a tomar una decisión arriesgada: ocultarlo.
Junto a Ignacio Maquieira, apoderado de la finca, decidieron dividir el tesoro en dos partes iguales con la ayuda de una balanza romana. El plan era claro: vender el oro poco a poco, sin levantar sospechas. Sin embargo, el secreto no duró demasiado. En verano de 1941, alguien los delató y la Guardia Civil intervino. Lo que aún no se había vendido fue confiscado, y el caso llegó a manos de las autoridades arqueológicas.
Fue el arqueólogo Fermín Bouza-Brey, entonces Comisario Provincial de Excavaciones, quien certificó el valor histórico de lo hallado. Poco después, las piezas rescatadas fueron depositadas en el Banco de España de Pontevedra, y en 1942 el descubrimiento se hizo público a través del Boletín de la Real Academia Gallega.
Oro, historia y rituales: ¿qué significaba el tesoro?
Lo que hoy se conserva del Tesoro de Caldas de Reis pesa 14,9 kilogramos y está compuesto por 41 piezas, muchas de ellas elaboradas con técnicas sofisticadas como la cera perdida. Hay tres tazas con asa decoradas con incisiones, un peine de oro, relacionado con hallazgos similares en el Alto Rin, fragmentos de láminas y hasta 31 lingotes anulares, uno de ellos de más de 21 centímetros de diámetro y 870 gramos de peso.
Aunque no se hallaron dentro de un recipiente, los objetos estaban claramente dispuestos con cierto orden, lo que sugiere que originalmente pudieron haber sido enterrados en una cesta o saco de material perecedero. Además, se sospecha que varios de los lingotes anulares más pequeños proceden de otros mayores que fueron manipulados o incluso fundidos tras el hallazgo.
Sobre su significado, los expertos debaten entre dos teorías principales: por un lado, podría tratarse de un depósito ritual, vinculado a prácticas religiosas o de prestigio social propias de una sociedad jerárquica; por otro, se baraja la posibilidad de que fueran simples reservas de riqueza escondidas en un momento de inestabilidad.
De Bretaña a Galicia: el oro de una élite europea
Datado entre 2250 y 1500 a.C., el conjunto se enmarca en el tránsito del Bronce Antiguo al Bronce Medio y refleja contactos culturales intensos entre Galicia y otros puntos de Europa, como Bretaña, Irlanda o el centro del continente. Algunos estudios incluso sugieren que el oro podría haber llegado como regalo diplomático o por intercambio entre élites. Otros investigadores apuntan a una producción local con oro de origen aluvial, es decir, recogido de los ríos.
Lo cierto es que el Tesoro de Caldas de Reis, conservado hoy en el Museo de Pontevedra y reproducido en su municipio de origen, sigue siendo un enigma parcialmente resuelto. Su valor no reside solo en los kilos de oro que lo componen, sino en la historia que arrastra, entre la ambición humana, el azar y la memoria ancestral de una tierra marcada por el brillo del pasado.
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