Descollados, cocinados y devorados: la estremecedora matanza caníbal de Atapuerca hace 5.700 años

Once cuerpos, entre ellos niños, fueron despellejados, descuartizados, cocinados y consumidos en una de las escenas de violencia más brutales del Neolítico en Europa

MARIA D. GUILLÉN / IPHES-CERCA

(Foto de ARCHIVO)Detalle de la vértebra cervical infantil de un niño o niña de entre 2 y 5 años con marcas de corte que evidencian prácticas de canibalismo por parte de sus congéneres.REMITIDA / HANDOUT por MARIA D. GUILLÉN / IPHES-CERCAFotografía remitida a medios de comunicación exclusivamente para ilustrar la noticia a la que hace referencia la imagen, y citando la procedencia de la imagen en la firma24/7/2025

Ignacio Juanilla Bernardo

Madrid - Publicado el

4 min lectura

La cueva de El Mirador, en la sierra de Atapuerca (Burgos), ha vuelto a estremecer al mundo científico. Un equipo internacional de arqueólogos ha desenterrado los restos de once individuos, incluidos niños y adolescentes, con señales inequívocas de haber sido despellejados, descarnados, desmembrados y devorados.

Los huesos muestran marcas de corte realizadas con herramientas de sílex, fracturas provocadas para extraer médula ósea y hasta rastros de dientes humanos. Algunos de los fragmentos presentan indicios de haber sido cocinados, posiblemente hervidos o asados. El análisis tafonómico es concluyente: estos cuerpos fueron procesados como carne.

Todo sucedió en un breve lapso de tiempo, quizás en el curso de pocos días. Y lo más inquietante: las víctimas no eran extranjeras, sino miembros de una comunidad vecina, probablemente rivales. Lo que parecía ser una cueva funeraria se ha revelado como el escenario de una carnicería humana, ejecutada con precisión y brutalidad.

Contra la supervivencia o el ritual

Aunque en la historia de la humanidad el canibalismo ha estado asociado a rituales funerarios o situaciones extremas de hambre, este episodio escapa a esas categorías. Aquí no hay señales de ceremonia ni simbolismo religioso. Lo que se ha descubierto en Atapuerca es, en palabras de los investigadores, un acto de violencia organizada, posiblemente vinculado a conflictos intercomunitarios del Neolítico final.

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Maxilar humano canibalizado de la cueva de El Mirador.REMITIDA / HANDOUT por IPHES-CERCAFotografía remitida a medios de comunicación exclusivamente para ilustrar la noticia a la que hace referencia la imagen, y citando la procedencia de la imagen en la firma07/8/2025

Los análisis geoquímicos de los huesos demuestran que las víctimas eran locales, no prisioneros o forasteros. Fueron capturados, asesinados, procesados y consumidos con un fin que no fue ritual ni alimentario de emergencia, sino algo más oscuro: eliminar por completo a un enemigo, reducirlo a alimento, despojarlo de toda humanidad.

Este acto parece haber sido cometido por una comunidad que dominaba las técnicas de carnicería, y que posiblemente vio en el canibalismo una forma de dominación o escarmiento. La precisión de los cortes y la distribución de los restos evidencian una práctica sistemática, no improvisada. Aquí no se trató de sobrevivir: se trató de imponer poder y terror.

Repetición trágica

Este no es el primer caso de canibalismo documentado en Atapuerca. En la misma cueva de El Mirador, hace años, ya se había identificado otro episodio similar ocurrido entre 4.600 y 4.100 años atrás, en plena Edad del Bronce. La recurrencia de este fenómeno en un mismo enclave sugiere que Atapuerca fue, durante siglos, un escenario estratégico de disputa y violencia.

A nivel europeo, existen otros casos igualmente escalofriantes, como los de Talheim (Alemania), Fontbrégoua (Francia) o Els Trocs (Huesca). Sin embargo, lo que diferencia el hallazgo de El Mirador es el nivel de sistematicidad y brutalidad: aquí no hubo entierros colectivos ni restos abandonados. Los cuerpos fueron procesados meticulosamente para su consumo, sin rastro de piedad o respeto funerario.

Estas comparaciones permiten vislumbrar un patrón inquietante: el Neolítico no fue un paraíso agrícola en paz, como a menudo se imagina. Fue un periodo de transformaciones profundas, donde el acceso a la tierra, los recursos y el poder generó conflictos feroces, que dejaron huellas en los huesos de los vencidos.

Carne con significado

Interpretar el canibalismo no es sencillo. No basta con identificar las marcas óseas o establecer cronologías. Hace falta descifrar el significado cultural y simbólico de estos actos. ¿Fue una forma de venganza? ¿Un ritual de humillación? ¿Un mensaje de advertencia a otras comunidades?

Los investigadores subrayan que este tipo de violencia extrema no debe leerse con categorías modernas. En sociedades prehistóricas, donde aún no existía el Estado ni el sistema penal, el cuerpo del enemigo podía convertirse en el campo de batalla definitivo. Matar no era suficiente. Había que borrar al adversario, reducirlo a alimento, y quizás, transmitir un mensaje: esto es lo que pasa con quienes nos desafían.

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(Foto de ARCHIVO)Yacimiento de La Gran Dolina, en Atapuerca, en la provincia de Burgos.REMITIDA / HANDOUT por UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRIDFotografía remitida a medios de comunicación exclusivamente para ilustrar la noticia a la que hace referencia la imagen, y citando la procedencia de la imagen en la firma05/7/2022

El hecho de que entre las víctimas haya niños y adolescentes refuerza esa hipótesis. No se trató de una matanza selectiva ni de un castigo puntual. Fue una aniquilación total, sin distinción de edad ni sexo. Un acto brutal con una lógica clara: deshumanizar al otro hasta sus huesos.

Esta investigación no solo aporta datos sobre la vida —y la muerte— en el Neolítico. Nos obliga a revisar nuestras ideas sobre el pasado. Porque en la cueva de El Mirador, hace casi seis milenios, la violencia dejó de ser abstracta para convertirse en carne.

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