Una arqueóloga tropieza con una mano de bronce enterrada en Navarra y lo que descubre bajo el barro deja sin palabras a los expertos

Hallada en 2021 en un antiguo poblado vasco al pie del castillo de Irulegui, esta misteriosa mano de bronce con una inscripción paleohispánica ha desconcertado a los expertos

EFE


Laura Palomo

Madrid - Publicado el

2 min lectura

La Mano de Irulegui es una pieza arqueológica sin precedentes: una lámina de bronce en forma de mano derecha extendida, con una inscripción en cuatro líneas de caracteres paleohispánicos. Fue hallada en junio de 2021 por la arqueóloga Leire Malkorra, en el vestíbulo de una vivienda de la Edad del Hierro, el denominado “Edificio 6000”, dentro de un poblado destruido durante la guerra de Sertorio (siglo I a. C.).

Durante los trabajos de restauración, la conservadora Carmen Usúa identificó una serie de signos que más tarde revelaron una inscripción aún indescifrada. Su descubrimiento fue hecho público por el Gobierno de Navarra en noviembre de 2022, tras meses de análisis por parte de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y un equipo de especialistas en epigrafía.

Un texto que resiste a la traducción

La inscripción está compuesta por unos 40 signos distribuidos en cuatro líneas. Se utilizó una técnica inusual: primero se esgrafiaron los caracteres y luego se repasaron mediante punteado, creando dos capas superpuestas que, sorprendentemente, ofrecen lecturas distintas. Este método no se había documentado antes en la epigrafía antigua del mundo occidental.

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Inicialmente, se creyó que el texto estaba en antiguo vascónico, sobre todo por la aparición del término sorioneke, que se asoció con el actual vasco zorioneko (“afortunado”). Sin embargo, una revisión más detallada descartó esta evolución lingüística. A día de hoy, el texto no ha podido ser traducido y su lengua sigue sin identificarse, aunque se han encontrado similitudes con el íbero y el antiguo aquitano.

¿Símbolo de buena fortuna o trofeo de guerra?

La función de la Mano de Irulegui también es motivo de debate. Algunos expertos sugieren que se trataba de un epígrafe ritual colocado a la entrada de la casa para atraer buena suerte. Otros interpretan la forma como la de una mano cortada, usada como trofeo guerrero.

Sea como fuere, el hallazgo ha abierto una nueva vía de investigación sobre los antiguos pueblos del norte peninsular y sobre la escritura en lenguas prerromanas. Un hallazgo que, más allá de su valor material, invita a replantear la historia aún no escrita de los vascones.

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