San Severo siguió los pasos del apóstol Santiago y fue de los primeros obispos de Barcelona

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Si celebramos a Santiago como Patrón de España por su presencia entre nosotros en Finisterre para predicar el Evangelio, también San Pablo habla en la Escritura de que tiene intención de pasar por Hispania.

Su presencia, según la tradición, es por la zona de la provincia tarraconense. Allí donde Roma y su Imperio habían dejado la impronta van a florecer comunidades que Saulo, Apóstol de los gentiles, había abierto. Uno de esos florecimientos es en Barcelona donde Severo se encuentra de Obispo. 

No es que se ofrezcan datos sobre su nacimiento, ni se conocen datos de cómo pudo ser entronizado allí. La cuestión es que en la tierra que celebra  a San Fructuoso como mártir por Cristo, ahora tiene a otro. En este caso a Severo que lleva ese mismo camino.

Los datos biográficos le sitúan como obispo en la Iglesia que peregrina hacia Dios en Barcelona. Los tiempos no son nada halagüeños para los discípulos de Cristo. Pero el santo obispo es muy querido entre las almas porque las cuida con esmero.

Sabe ayudar a las más necesitadas. Las conoce por su nombre, como destaca el Señor en el Evangelio de lo que ha de ser el Buen Pastor y por qué se ha de caracterizar. Pero Diocleciano quiere endurecer la persecución hacia los cristianos. 

No se podía tolerar que el ejército tuviese algunos de sus soldados que daban culto a Dios secretamente y mucho menos se podía consentir que ese número pequeño fuese creciendo. El lugarteniente de ese sitio se lo tomó muy en consideración con la idea de que desapareciese cualquier vestigio de Jesús de Nazaret.

Entonces Severo huye con un grupo de sacerdotes y en el camino se encuentra con un labrador muy sencillo. A éste le pide que si le preguntan los soldados le digan que no le vieron. Pero los romanos descubren la burla y detienen al labriego para ajusticiarle. Entonces Severo se entrega y todos son martirizados.

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