SANTORAL 22 SEPT

San Jonás, el profeta que salió de una ballena a anunciar a Dios

Dios envió a Jonás a Nínive para enviarles un mensaje de conversión. Jonás se negó a ir, al principio. Cuando una ballena lo escupe de nuevo allí, no puede negarse al plan de Dios. 

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Una de las características del Pueblo de Israel ha sido su inestabilidad. Tan pronto se acercaban a Dios prometiendo fidelidad a Él, como después se fabricaban un ídolo de metal. Pero Dios no se dejaba vencer en generosidad y misericordia. Por eso, les enviaba profetas que les recordasen que debían ser fieles al Señor, y alentarles en la esperanza de que si volvían a Él conseguirían la liberación.

Uno de estos profetas es Jonás. El Señor le pide a Jonás que vaya a Nínive, una ciudad paganizada. La idea no le hace mucha gracia. Le daba miedo ir en nombre de Dios a denunciar la mala conducta de los ninivitas y animarles a cambiar antes de que su egoísmo les destruyera como pueblo.

Jonás sale, sí, pero en otra dirección y en barco. Ya estaba a salvo, o por lo menos eso parecía. Durante la travesía, surge una misteriosa tormenta en el horizonte, mientras él dormía tranquilamente. La tripulación lo despierta y le piden que invoque a su Dios para que les libre de la tormenta. Será un momento, pensaría Jonás. Pero los marineros le echan la culpa de su mala fortuna. Jonás se siente mal por ello y les pide que lo tiren al agua para librarse del mal tiempo. Los marineros, que son supersticiosos, le tiran y cesa el temporal.

Parece el fin de Jonás, pero claro, no estaba contando con los planes de Dios. Estando en el mar, una ballena aparece, le traga y le vomita en la playa. Jonás abre los ojos y se encuentra frente a Nínive. Ahora sí que no puede negarse a anunciar lo que Dios le había pedido. Los ninivitas quedan tocados por el amor de Dios y abandonan sus malas costumbres. Es la historia de la conversión de un pueblo, y de la tozudez de Jonás. Ya ha cumplido con el mandato y punto. Además, siente envidia de la conversión de Nínive.

Se sienta en una hamaca esperando vivir tranquilo con una pequeña planta que crece y le da sombra. Sin embargo, un gusano devora la planta y Jonás se queja. Yahvé le responde con veracidad. Si él se compadece del ricino, que sólo es una planta, también Dios tiene misericordia de los hombres cuando dicen sí a su salvación.

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