SANTORAL 27 MARZO

El ermitaño que enseñó a los nobles qué son de verdad el ayuno y la oración

San Juan pasó 75 años en el desierto dedicado al ayuno y la oración...además, mostrándolo con alegría

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En una sociedad muy materializada cuesta mucho hacer esos sacrificios y privaciones y para saltar en un abrir y cerrar de ojos este Tiempo penitencial con el objetivo de no advertirlo si se pudiese. Sobre todo, siempre queda el afán de que la Cuaresma pase pronto. Hoy es la conmemoración del ermitaño San Juan, quien fue contra corriente, ya que buscó las privaciones permanente de la vida al estilo de los anacoretas que se multiplican por entonces en tierras asiáticas. 

Nace en Licópolis – hoy Asiut- a comienzos del siglo IV. La mayor parte de su vida estuvo en Tebaida, dedicado a la oración y la penitencia. Tras una juventud en el ejercicio de la carpintería, oficio que aprendió de su humilde familia, se pone en manos de un monje que orientará a la austeridad en busca de Cristo. Alimentado de hierbas y frutos silvestres, duerme poco y dedica muchos ratos a expiar sus pecados.

Toda la gente que le conoce coincide en su sencillez, además de una alegría desbordante. Su ayuno es algo que va dentro de su corazón, sin ningún tipo de alarde, siguiendo el mandato evangélico que pide a quienes ayunen que se perfumen y se laven para que sólo lo note el Padre del Cielo. Con el tiempo, acudirán a él otras muchas personas que se sienten tocadas por la Providencia a la conversión y al cambio. No faltan personas que van en busca de consejo y ayuda espiritual.

Entre ellos, se encuentran algunos militares, así como legados que envía el propio Emperador Teodosio. Con el paso del tiempo, el monje Evagrio del ponto y su discípulo Paladio van a visitarle. Tras una cálida acogida, profetiza a Paladio su próxima elección como Obispo, y las cruces que sufrirá. Después de 75 años en el desierto, muere en el año 394.

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