
Madrid - Publicado el
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La humildad ha acompañado a todos los Santos y a algunos de forma muy especial. Por ejemplo, hoy celebramos a San Alejo. Sin la sencillez no podría entenderse su forma de proceder. Su vida transcurre entre los siglos IV y V. Hijo de rico y caritativo senador romano, vive una fuerte experiencia de Fe y contemplación.
Llega el día de sus desposorios y huye del lugar nupcial, aspirando a una consagración especial por el Reino de los Cielos. De esta forma tiene una mayor experiencia de Dios. Pronto inicia una peregrinación por las tierras de Edesa, más allá del Eufrates. Y lo que parecía un simple recorrido, su itinerario no quedaría ahí.
En su anhelo de ser un peregrino por Dios se desplaza hasta los Lugares Santos. Su ideal es conocer los pueblos y ciudades donde tuvo lugar la Vida de Cristo. Con el paso del tiempo descubrió cómo de hombre rico, había pasado a ser un mendigo, a semejanza de Jesús que se hace pobre para enriquecernos y que se despoja de su Rango tomando la condición de Esclavo.
Así reza y pide limosna. siempre desde una aptitud de aceptación y conformidad con la voluntad de Dios que así lo ha dispuesto para su santificación, algo por lo que da gracias desde la oración de cada día en la Basílica de Santo Tomás. Entretanto, su padre preocupado por recuperar a su hijo, envía legados, hasta que le encuentra y el hacer retornar a casa.
Como no puede marchar, se aposenta en un hueco del pasillo donde buscará un estilo de vida austera. Este fue el estilo que llevó San Alejo y como pasó a la posteridad hasta su muerte en el año 412. Así se le representa en la Imaginería cristiana.





