Evangelio

"Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado"

san Marcos 4, 26-34

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 26-34

En aquel tiempo, Jesús decía al gentío: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».

Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».

Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.


Primera lectura

Lectura del segundo libro de Samuel 11, 1-4a. 4c-10a. 13-17

A la vuelta de un año, en la época en que los reyes suelen ir a la guerra, David envió a Joab con sus servidores y todo Israel. Masacraron a los amonitas y sitiaron Rabá, mientras David se quedó en Jerusalén.

Una tarde David se levantó de la cama y se puso a pasear por la terraza del palacio. Desde allí divisó a una mujer que se estaba bañando, de aspecto muy hermoso.

David mandó averiguar quién era aquella mujer.

Y le informaron: «Es Betsabé, hija de Elián, esposa de Urías, el hitita».

David envió mensajeros para que la trajeran. Ella volvió a su casa. Quedó encinta y mandó este aviso a David: «Estoy encinta».

David, entonces, envió a decir a Joab: «Mándame a Urías, el hitita». Joab se lo mandó.

Cuando llegó Urías, David le preguntó cómo se encontraban Joab y la tropa y cómo iba la guerra. Luego le dijo: «Baja a tu casa a lavarte los pies». Urías salió del palacio y tras él un regalo del rey. Pero Urías se acostó a la puerta del palacio con todos los servidores de su señor, y no bajó a su casa. Informaron a David: «Urías no ha bajado a su casa». David le invitó a comer con él y le hizo beber hasta ponerle ebrio. Urías salió por la tarde a acostarse en su jergón con los servidores de su señor, pero no bajó a su casa.

A la mañana siguiente David escribió una carta a Joab, que le mandó por Urías.

En la carta había escrito: «Poned a Urías en primera línea, donde la batalla sea más encarnizada. Luego retiraos de su lado, para que lo hieran y muera». Joab observó la ciudad y situó a Urías en el lugar en el que sabía que estaban los hombres más aguerridos. Las gentes de la ciudad hicieron una salida. Trabaron combate con Joab y hubo bajas en la tropa, entre los servidores de David. Murió también Urías, el hitita.


Salmo

Sal 50, 3-4. 5-6b. 6c-7. 10-11

R/. Misericordia, Señor, hemos pecado


Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,

limpia mi pecado. R/.

Pues yo reconozco mi culpa,

tengo siempre presente mi pecado.

Contra ti, contra ti solo pequé,

cometí la maldad en tu presencia. R/.

En la sentencia tendrás razón,

en el juicio resultarás inocente.

Mira, en la culpa nací,

pecador me concibió mi madre. R/.

Hazme oír el gozo y la alegría,

que se alegren los huesos quebrantados.

Aparta de mi pecado tu vista,

borra en mí toda culpa. R/.



dd/mm/aa