¿Sabes cuáles son las diferencias fundamentales entre hacer una promesa y realizar un juramento?

La Iglesia establece tres requisitos para hacer un juramento: verdad en lo que se afirma, que el motivo sea justo y que haya necesidad de jurar

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Este lunes, 13 de julio, los nuevos ministros del Gobierno de España prometieron sus cargos ante el Rey. Como es habitual, el acto protocolario tuvo lugar en la sala de Audiencias del Palacio de la Zarzuela, marcada por la ausencia de símbolos religiosos, ya que los nuevos integrantes del Ejecutivo de Pedro Sánchez optaron por prometer sus cargos, en lugar de jurarlos.

Encima de la mesa solo se encontraba un ejemplar facsímil de la Constitución abierta por la página correspondiente al artículo 100, sobre el nombramiento de ministros: "Serán nombrados y separados por el Rey, a propuesta de su Presidente".



No es la primera vez que esto sucede. En 2018, el Gobierno formado por Pedro Sánchez tras sacar adelante la moción de censura también celebró la promesa de cargos sin estos dos objetos. Prescindir de la Biblia y el crucifijo es una medida opcional que la Casa Real empezó a ofrecer a los nuevos cargos gubernamentales en 2014, desde que Felipe VI accedió al trono.

El juramento y la promesa son las dos posibilidades que se ofrece a los funcionarios públicos para asegurar su lealtad al Rey y su fiel desempeño de funciones, según está dispuesto en el Real Decreto 707/1979.

¿Cuál es la diferencia entre promesa y juramento?

Mientras que la promesa es una forma de afirmar algo con seguridad, el juramento es una forma de promesa o afirmación que cobra una fuerza mucho mayor. Este acto implica poner a Dios como testigo de la verdad que hay en lo que se dice.

La Iglesia pone tres condiciones concretas para que un juramento se haga de la forma correcta: el motivo por el que se jura debe implicar verdad en lo que se afirma y que el motivo por el que se realiza sea justo y necesario.



Aunque se pueda tener miedo a equivocarse, en el juramento se afirman asuntos de cuya veracidad no se tiene ninguna duda. Por ejemplo, no se puede jurar una declaración ante un Tribunal si no se conoce bien los asuntos sobre los que se van a abordar. Sin embargo, un individuo que tenga una perspectiva clara de lo que ha sucedido sí tendrá la opción de declarar en condiciones, por lo que podrá jurar que su declaración es cierta.

Es necesario ser consciente de lo que se está jurando, ya que implica directamente a Dios: "Las promesas hechas a otro en nombre de Dios comprometen el honor, la fidelidad, la veracidad y la autoridad divinas. Deben ser respetadas en justicia. Ser infiel a ellas es abusar del nombre de Dios y, en cierta manera, hacer de Dios un mentiroso" (Catecismo de la Iglesia Católica, p. 2147)

El juramento implica un peso y una importancia que buscan llevar a la verdad, de la que Dios es poseedor. No se puede mentir o hablar sin saber o sin necesidad en nombre del que es la Verdad, o de lo contrario ofende o ningunea a Dios mismo.

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