El Papa León XIV reza para acabar con los suicidios: "Hay belleza y sentido, aún en medio del dolor"
El pontífice pide a la Iglesia y a la sociedad que acompañen a esas personas para que descubran que la vida es un valioso don
Madrid - Publicado el
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Hay personas que en este mismo instante están luchando contra una oscuridad que no se ve, personas que se levantan cada mañana sintiendo que ya no pueden más, que el dolor es demasiado grande, que nadie lo entendería. Para todas ellas, y para quienes las rodean sin saber cómo ayudar, el Papa León XIV ha dedicado su intención de oración de noviembre con un mensaje tan directo como necesario: "Oremos para que las personas que están combatiendo con pensamientos suicidas encuentren en su comunidad el apoyo, el cuidado y el amor que necesitan y se abran a la belleza de la vida".
El Pontífice habla de algo que muchos callan por vergüenza o miedo: que todos, incluso los creyentes, "somos vulnerables a la tristeza sin esperanza". Reconocer esto es revolucionario. Durante siglos, la Iglesia guardó silencio sobre el suicidio, como si no hablar del tema lo hiciera desaparecer. Hoy, León XIV hace justo lo contrario: nombra el dolor, lo saca de las sombras y pide a cada parroquia, cada comunidad, cada persona creyente que aprenda a "estar cerca con respeto y ternura". Que ofrezca un corazón atento, que no juzgue, que simplemente esté ahí. Y que, cuando haga falta, anime a buscar ayuda profesional sin que nadie se sienta débil por necesitarla.
En su oración, el Papa pide algo hermoso y profundo: que juntos ayudemos a "sanar heridas, crear lazos y abrir horizontes". Que recordemos a quien sufre que la vida sigue siendo un don, que hay belleza incluso en medio del dolor, que no está solo aunque ahora mismo sienta que sí. Porque el problema no es solo el sufrimiento: es el sufrimiento en soledad, ese que se vuelve insoportable cuando creemos que a nadie le importa.
El drama silencioso que nos rodea
Los números duelen tanto como las historias que hay detrás. Cada año, 720.000 personas en el mundo deciden que no pueden seguir: son casi 2.000 cada día. Piénsalo: mientras lees esto, hay alguien tomando esa decisión. Y lo más desgarrador es que más de la mitad tiene menos de 50 años. Para los jóvenes de entre 15 y 29 años, el suicidio es la tercera causa de muerte. Entre chicas y mujeres jóvenes, la segunda. Son hijos, hermanos, amigos, compañeros de clase. Gente con toda una vida por delante que sintió que ya no había salida.
El 73% de estos dramas ocurren en países de ingresos bajos y medios, donde el acceso a ayuda psicológica es un lujo. Pero los países ricos tampoco están a salvo: en Estados Unidos, la tasa de suicidio es hoy un tercio mayor que en el año 2000. Cada persona que se quita la vida deja atrás un tsunami de dolor: familias que nunca entienden por qué, amigos que se preguntan qué señales no vieron, comunidades enteras marcadas por la pérdida. Y lo peor es pensar que muchas de esas muertes podrían haberse evitado con una conversación a tiempo, con alguien dispuesto a escuchar sin juzgar.
El obispo que transforma su dolor en esperanza
Monseñor John Dolan, obispo de Phoenix, sabe de lo que habla cuando dice que "la Iglesia está aquí para ti". No es teoría: es su vida. Ha enterrado a su hermano Tom, a sus hermanas Terese y Mary, y a su cuñado Joe. Los cuatro murieron por suicidio. "Hay heridas y misterios que no podemos comprender", reconoce con una honestidad brutal. "Y sin embargo, ¡tenemos esperanza!". Su mensaje para quien está al borde es demoledor de puro sincero: "Si te sientes destrozado, si estás luchando con pensamientos suicidas, sabe que eres profundamente amado. No estás solo".
Phoenix se ha convertido en un ejemplo de lo que una diócesis puede hacer cuando decide no mirar hacia otro lado. Tiene una oficina específica para salud mental, espacios donde la gente puede hablar sin miedo, forma a sus comunidades para detectar señales de alarma, celebra cada año una Misa en memoria de quienes se fueron así, y trabaja codo a codo con psicólogos y centros sanitarios. Porque la fe no sustituye a la medicina, pero puede ser el abrazo que sostenga mientras llega la ayuda profesional.
El padre Cristóbal Fones, de la Red Mundial de Oración del Papa, lo resume perfectamente: las parroquias son donde aprendemos "a ir al encuentro de quien sufre, a consolar a quien está triste, a cuidarnos juntos". Y este mes, del 5 al 7 de noviembre, expertos de todo el mundo se reúnen en Roma para compartir cómo convertir esa cercanía en prevención real que salve vidas.