¿Por qué el aniversario del Primer Concilio de Nicea merece un viaje del Papa León XIV?

Hace 1.700 años se produjo en la antigua ciudad turca un encuentro ecuménico de los obispos de todas las regiones del Imperio Romano para unirse y profesar un solo credo, y que resolvió las disputas teológicas del siglo IV d.C.

Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el

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Hace 1.700 años, en una estratégica ciudad del Asia Menor conocida como Nicea se produjo un acontecimiento que fue más allá de un simple acuerdo teológico, marcó un punto culminante en la historia de la Iglesia, un momento en el que todo el mundo cristiano pudo unirse, aunque solo fuera brevemente, y profesar un solo credo. Este primer “macroevento” ecuménico, sentó las bases de la autoridad eclesiástica y resolvió las persistentes disputas teológicas del siglo IV d.C.

 

Por eso, cuando León XIV confirmó el viaje a Nicea, cumpliendo el deseo de su predecesor, el Papa Francisco para celebrar el aniversario del concilio, era consciente de que no se trataba de un simple viaje apostólico, emprendía también una peregrinación a una ciudad que dejó una impronta imborrable en la identidad cristiana.

Se denominó “ecuménico” porque fue el primero en reunir a obispos de todas las regiones del Imperio Romano con el objetivo de alcanzar un consenso universal en la Iglesia. Además, las decisiones que se adoptaron en Nicea se consideraron vinculantes para todos los creyentes, lo que reforzó su carácter universal y sentó un precedente para los siguientes concilios que intentaron resolver disputas doctrinales y disciplinarias a nivel universal.

En la Bula de convocatoria del Jubileo de la Esperanza, el Papa Francisco subrayaba que la coincidencia con el aniversario del Concilio de Nicea representa un acontecimiento con el que encontrar la unidad, Allí los Padres conciliares utilizaron por primera vez la expresión “Nosotros creemos”.

El Papa Silvestre I, era el pontífice reinante en aquel momento, pero no pudo asistir al concilio por su avanzada edad, envió a dos representantes del clero romano, Vito y Vicente. 1.700 años después, León XIV estará presente para conmemorarlo.

¿Cómo transcurrió el Concilio?  

Aunque no hay certeza sobre el número de asistentes, se estima que acudieron entre 300 y 318 obispos al Concilio de Nicea. En su mayoría provenían del Oriente cristiano, pero también hubo representación de África (principalmente de Egipto y Libia) y de la Galia. De Occidente solo asistieron cinco obispos, entre ellos dos legados del Papa Silvestre I, y el obispo clave del Concilio, Osio de Córdoba. Para facilitar su asistencia, el emperador Constantino hasta puso transporte a su disposición, y proporcionó provisiones para su estancia en Nicea.

   

El concilio, que comenzó el 20 de mayo del año 325, se convocó tan solo doce años después de que Constantino legalizara el cristianismo, y aunque el no intervino directamente en las discusiones teológicas, su papel como árbitro fue determinante.

El objetivo principal del concilio fue intentar resolver la controversia arriana  

En Alejandría, un sacerdote llamado Arrio comenzó a cuestionar la naturaleza divina de Jesús. Argumentaba que Jesucristo no era realmente divino y de la misma naturaleza que Dios Padre. La confusión arriana comenzó a extenderse rápidamente. Constantino, intentando remediar la inestabilidad política y la división derivada de la disputa, le envió un emisario para aplacar los ánimos, pero Arrio no cambió de opinión, por lo que se consideró necesario convocar un Concilio que condenó las ideas de Arrio y formuló el Credo de Nicea confesando a Jesús como “Señor”, “Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero” y “consustancial con el Padre”.

 

El Credo de Nicea se ampliaría en el segundo concilio ecuménico, celebrado en Constantinopla en 381, para incluir otras enseñanzas cristianas que habían sido ocasionalmente cuestionadas como la resurrección de la carne, la naturaleza de la vida eterna y la importancia del bautismo para el perdón de los pecados.

Otro tema importante fue intentar llegar a un acuerdo sobre la celebración de la Pascua, que variaba entre las comunidades cristianas. El emperador Constantino quería que se celebrara en una fecha única. Se decidió que se conmemoraría el primer domingo después del equinoccio de primavera, tal como se hacía en Roma.

Además el concilio promulgó 20 cánones que abordaban cuestiones disciplinarias y organizativas. Entre ellos, se estableció la jerarquía de las sedes episcopales, reconociendo la primacía de Roma, Alejandría y Antioquía, y otorgando un estatus honorífico a Jerusalén.

Arrio y sus seguidores fueron condenados, sus escritos se quemaron, y quienes se negaron a aceptar el Credo Niceno fueron desterrados por orden de Constantino. Sin embargo, esa medida no extinguió el arrianismo, que continuó siendo influyente en varias regiones del imperio.

Ese encuentro realizado hace 1700 años sigue siendo un punto de referencia para el diálogo ecuménico entre las iglesias cristianas