El día a día de los vecinos de la Cañada Real tras 4 meses sin suministro eléctrico: "Esto es una canallada"

Los habitantes del asentamiento madrileño contemplan con angustia cómo sus vidas están en riesgo al no poder realizar tareas básicas como conservar los alimentos o los medicamentos

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Han pasado cuatro meses desde que a un total de 4.500 vecinos del asentamiento de Cañada Real Galiana le cortaran el suministro eléctrico. Desde aquel 2 de octubre, los habitantes de esta zona periférica de la capital de España, de los cuales un tercio son menores, han tenido que hacer frente a las actividades cotidianas sin luz, electricidad ni agua caliente, a las lluvias otoñales, a la borrasca de nieve que dejó 'Filomena' en Madrid en la primera mitad de enero o soportar temperaturas que este invierno han llegado a mínimas de veinte grados bajo cero.

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Cañada Real está compuesto por un total de seis sectores de 16 kilómetros de largo, en la que están implicados los ayuntamientos de Coslada, Rivas Vaciamadrid y la propia Madrid. De estos 16 kilómetros, en 1'5 se concentra el mayor mercado de droga de toda España. Precisamente, la sobrecarga de electricidad para mantener las plantaciones de marihuana, provocan el corte de suministro.

Es la gota que colma el vaso para unos vecinos que llevan décadas aislados y olvidados por las administraciones, pese a que en 2017 se firmara el Pacto Regional de la Cañada, y cuyos resultados brillan por su ausencia, ya que la zona sigue sin contar con contadores de luz legales, ni se ha procedido al realojo de las personas que ocupan el sector 6 de Cañada.

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Los vecinos de Cañada Real, resignados a su suerte

'Aleluya' se ha desplazado esta semana al asentamiento, donde las carreteras en mal estado, las hogueras para aplacar los efectos del frío, la tristeza, el agotamiento y la pobreza de sus gentes reinan en el ambiente. Al percatar la presencia de periodistas, los vecinos nos observan con cara de indiferencia, con la sensación de... “ya están otra vez por aquí” o “¿qué les vamos a contar nuevo?” Sin embargo, en ningún momento nos rechazan. Al fin y al cabo, son conscientes de que para comenzar a revertir su situación, es necesario concienciar al resto. Otros en cambio están minados anímicamente"

“Yo he llegado a leer que en Cañada Real la policía no se atrevía a entrar por el yihadismo. Es de fábula. No es peligroso. La zona de tráfico de droga es un entorno más agresivo, no es agradable verlo porque hay gente deteriorada, pero es un kilómetro. En el resto, del sector 1 al 5, es como otro barrio en el que puedes pasear”, nos contaba el Padre Agustín Rodríguez, sacerdote de Cañada Real.

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El corte de suministro en Cañada ponen en riesgo la vida de sus vecinos vulnerables

En cada familia se esconde una historia con tintes dramáticos. Gestos cotidianos como ver la televisión o cargar el teléfono móvil es tarea casi imposible en Cañada Real Galiana. Incluso no poder darse una ducha caliente o la imposibilidad de lavar la ropa es casi el menor de los males. Se sobrepasan los límites cuando no puedes conservar los alimentos o los medicamentos en el frigorífico, o cuando un anciano precisa de estar conectado a una máquina para respirar. Es ahí cuando se pone en juego la vida de la gente.

“Es una situación límite que afecta a todos, también a los niños, porque “ implica perder un curso. A la hora de hacer deberes, tener la ropa lista, conectarse telemáticamente para las clases... Muchos van a perder el curso”, explica el párroco.

Las enfermedades o la discapacidad, también presentes en Cañada Real Galiana

Al límite vive un matrimonio de avanzada edad que padece diabetes. La gripe y los resfriados propios de estos meses propician los niveles de azúcar en sangre, con el peligro que conlleva para este tipo de pacientes. La esposa no aguanta más: “Llevamos meses así. Mira como estamos de pasar frío. Ni lavamos la ropa ni nada. El frío ha sido muy malo. No podíamos ni salir de la nieve que había. Yo estoy operada seis veces y necesitamos una solución para al menos tener agua caliente, lavar la ropa, ducharnos… ¡por favor, no puede ser la vida que llevamos!”, lamenta.

Su marido, también diabético, no duda en manifestar que es una canallada que las administraciones consientan el sufrimiento de los 4.500 vecinos que habitan Cañada Real Galiana: “Tenemos aquí niños con meses de vida que se han puesto enfermo, y no miran nada. Enfrente un moro se ha muerto de frío. Es una canallada”, protesta.

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En una situación más dura si cabe se encuentra otra anciana que tiene que cuidar a su marido en silla de ruedas y con lesiones cerebrales. Allí la Ley de Dependencia parece haber pasado de puntillas: “Quiero que nos pongan la luz, tengo a mi marido enfermo y solo quiero que nos la devuelvan, que llevamos así cuatro meses. Estamos tirados como perros, pero también somos humanos. Sin luz no puedo cuidarle ni ducharle… ¿a ver quién le cuida?”, se pregunta la anciana.

La labor de la Iglesia en Cañada Real

Ante este panorama lleno de obstáculos, desesperanza e incertidumbre, la Iglesia trata paliar los efectos de la pobreza entre los vecinos de Cañada Real Galiana. Cáritas está presente desde hace más de una década. En 2011 se instalaron en la antigua fábrica de muebles. Su principal labor es acompañar a quien lo necesita, contribuir en la inserción laboral o el refuerzo escolar.

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El responsable de Cáritas en Cañada Real, Pablo Choza, nos contaba que estos meses particulamente duros, la entidad ha tratado de colaborar con las familias para amortiguar en lo posible el golpe que ha supuesto para ellos el corte de suministro eléctrico coincidiendo con el inicio del frío: “Las familias se han buscado la vida estos meses sin suministro para mantener un mínimo de calor o electricidad en sus casas. Esto pasa por la compra de generadores que se alimenta de gasoil, estufas que se nutren de las bombonas o leña. Esto supone un coste económico muy alto para la realidad d estas familias. Por eso, hemos apoyado en la búsqueda de medios económicos para ayudar a estas personas a obtenerlo”.

La drogodependencia es una de las principales lacras de Cañada Real Galiana. Hay personas que viven un estado de degradación muy importante. Desde la parroquia Santo Domingo de la Calzada, se trabaja de manera intensa con aquellos que son presos de sus adicciones para devolverles la dignidad. Aunque el papel de la iglesia va más allá, tal y como revela el Padre Agustín.

“Lo primero que hacemos desde la parroquia es romper con el esquema de ir allí a ayudar. La parroquia está ahí, se hace presente y vive la vida del entorno. Lo que nosotros intentamos es que sea una casa abierta en la que cualquiera pueda disponer de ella; intentamos fomentar al máximo que la gente pueda reencontrarse con la dignidad que fuera le niegan como drogodependientes. Tenemos al lado un centro de reducción del daño, una unidad móvil de la agencia antidroga... Tratamos de mejorar sus condiciones de vida. Tratamos de paliar la extrema pobreza y vulnerabilidad para que una familia no se venga abajo, sino que les ayudemos a afrontar la cotidianidad”, explica el religioso.

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¿Por dónde pasa la solución?

Han pasado cuatro meses desde que estallara la crisis del suministro eléctrico, y lo cierto es que a corto plazo no se prevé una solución. Las administraciones se lavan las manos, mientras unos pocos siguen haciendo negocio a costa de la desesperación vecinal.

“La solución pasa por a corto plazo acabar con negocios de venta de marihuana en zonas de la Cañada que limitan el consumo de luz. Los cortes se producen, o eso dicen las administraciones y empresas que suministran la luz, por la sobrecarga de las plantaciones. Pero luego, necesitamos reformular legalmente este espacio. Estamos en un nudo legal con manos atadas para poner un tendido eléctrico y contadores”, detalla Pablo Choza, responsable de Cáritas en Cañada Real.

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