Emilce Cuda: "Buena parte de responsabilidad del clericalismo recae sobre los laicos"

Por su vasto currículum y trabajo entre la investigación y la docencia, el Papa Francisco la llamó para el puesto de Secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina

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Emilce Cudaes una de las primeras mujeres argentinas en obtener un doctorado pontificio en Teología moral social y también tiene formación política tras haber estudiado Filosofía Política en la Universidad Northwestern, una de las más prestigiosas de Estados Unidos. Por su vasto currículum y trabajo entre la investigación y la docencia, el Papa Francisco la llamó para el puesto de Secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina.

Dice que trabaja a todas horas, fines de semana incluidos. Su cargo se lo requiere puesto que su campo de acción es principalmente un continente del que le separan, como poco, 7 horas de diferencia. Acaba de regresar de Bogotá y saca unos minutos para atender en Roma a ECCLESIA. "El mío es un servicio a la Iglesia. Me convocó el Papa para cumplir con ello y lo hago a tiempo completo", explica.

— ¿Por qué cree que el Papa llamó a una persona con su formación y su experiencia para la PCAL?

— La Pontificia Comisión para América Latina está dentro del Dicasterio de los Obispos. Cuando nace, nace justamente para establecer una relación con los obispos de América Latina, un continente donde nació en ese momento la Teología de la liberación, que era algo percibido como una amenaza, porque era diferente a la mediación que se utilizaba en Europa. No se comprendía la situación de América Latina. Ahora es el único continente que tiene una comisión y tiene que ver con ese hecho puntual. El Papa Francisco quiere que PCAL cumpla el rol de comunicación, como toda la curia romana. La nueva Constitución, Praedicate Evangelium, establece muy bien cuál es la función de la Curia romana y es estar al servicio del Santo Padre comunicando las realidades, en mi caso, la de América Latina y, al mismo tiempo, la función de transmitir el magisterio pontificio a la región. Mi misión ahora es justamente llevar a toda América Latina el magisterio pontificio, es decir, la promoción integral de todo un continente y hacerlo promoviendo la encíclica Laudato Si’, y la encíclica Fratelli Tutti, que habla de la mejor política para poder realizar ese cuidado.

— Ahí entronca con su especialidad.

— Exactamente. Mi trabajo se ha desarrollado en el ámbito social y conozco muy bien el continente, porque trabajé allí casi 20 años, no solo con el CELAM, sino también como profesora universitaria en muchas universidades de América Latina y también de Estados Unidos. Puedo actuar como ese puente entre el norte y el sur y también entre el sur global gracias a los contactos que durante más de 30 años hice con las universidades y con los movimientos populares.

— ¿Cómo está respirando ahora la Iglesia en América Latina y Caribe? Usted acaba de llegar de la fase continental del Sínodo para América Latina y el Caribe. En las síntesis europeas que se compartieron en Praga se exponían como obstáculos a la sinodalidad, por ejemplo, la pasividad de los laicos y el siempre presente clericalismo.

—En mi opinión, creo que se manifiestan necesidades y sueños distintos en cada continente. No se puede homogeneizar. Y esa es la riqueza de la Iglesia. Ahora vengo de la fase continental del cono sur. También estuve en Estados Unidos reunida con obispos, cardenales y teólogos, con una parte de ellos en el Boston College, y la discusión giró en torno al concepto mismo de sinodalidad. El punto era que no se comprende qué significa esto de la sinodalidad. Y yo me preguntaba, ¿cómo es posible que, en el país donde nace la primera democracia de la modernidad, no se pueda comprender la práctica sinodal? Pero del mismo modo, en Europa, por ejemplo, se dice que no se comprende qué es eso de los movimientos populares, de que los cambios vengan de abajo. Y yo me pregunto, ¿cómo puede ser que en el primer continente donde nace la revolución por los derechos humanos y sociales, no se comprenda que los cambios vienen desde abajo? Porque Europa nace por un movimiento revolucionario que logra que las necesidades se conviertan en derechos. Eso son las constituciones modernas. Entonces, más que incomprensión, lo que veo es una negación en sentido psicoanalítico, la negación expresa de ciertas prácticas. En el caso de Latinoamérica, lo que yo escuché, al menos en alguna de las regiones, no es una discusión o dudas sobre el concepto de sinodalidad.

— ¿Lo lleva más en su ser quizá?

— Es el primer continente donde nace una Conferencia Episcopal Regional. El caminar juntos ya está interiorizado en la Iglesia latinoamericana. Los movimientos populares son una articulación entre personas de parroquia, católicos que están en la política o católicos que están en las universidades. No es una novedad lo sinodal y tampoco que el cambio venga de abajo, porque esa es la expresión latinoamericana. El reclamo de América Latina se refiere a la mujer. Y a mí me asombra porque lo que se reclama, lo que se pone en cuestión a partir del Vaticano II con la expresión sensus fidei, —que es una categoría teológica—, es justamente el rol o la pregunta por el sujeto, sujeto en sentido jurídico. Todo sujeto es sujeto cuando es sujeto jurídico, es decir, cuando es sujeto de decisión. Y eso es lo que se cuestiona en el Vaticano II en términos de Iglesia; si los laicos pueden o no juzgar, discernir, diría el Papa ahora. Eso nace en el debate de una época en los años 60, donde después de la IIGM se empieza a poner en juego el concepto de sujeto, conciencia para los católicos. Es un rol que dentro de la Iglesia plantean los laicos al clero. Pero ese es un concepto que en Latinoamérica de alguna manera fue ya resuelto, porque los laicos han participado de forma constante junto al clero. Sin embargo, han quedado relegadas las mujeres. De esto se habló. Más que de la participación de los laicos, de la participación de la mujer. La mujer está pidiendo participación. No en el mismo sentido que en Europa. Es importante señalarlo. En Europa se entiende esta petición como la reivindicación de un puesto en la Curia romana, como un cardenal o un sacerdote. En mi caso, viniendo del campo de la experiencia de la moral social, cuando yo reivindico «la decisión», estoy reivindicando la dignidad de sujeto de todo ser humano. Y eso es lo que se discute en Latinoamérica. Cuando los católicos llevan adelante con fuerza la reivindicación de todo ser humano que, por su dignidad, es automáticamente es un sujeto jurídico, no debe entenderse desde Europa como una pelea de los laicos contra el clero solamente. También es una reivindicación de las personas frente a los sistemas políticos y económicos. Y tiene más que ver con eso. En Latinoamérica, cuando se apoyan en el sensus fidei y en la dignidad de todo ser humano a decidir, — dada la situación precaria de exclusión, de miseria, de desempleo estructural —, el concepto de decisión tiene que ver con participar en las decisiones de las estructuras. Entonces, yo no veo tanto una amenaza a la posición del clero en ese aspecto. Sí, las mujeres son relegadas, pero no solamente por el clero, son relegadas por los hombres dentro de la Iglesia, sean sacerdotes o sean laicos.

En el contexto latinoamericano se está en un paso previo, porque la mujer no está integrada en la sociedad. Lo que está pidiendo es ser considerada por lo masculino en general y, sobre todo, por las estructuras.

— En Europa el debate sobre la mujer en la Iglesia está en otro plano.

— Europa creo que tiene resuelto los problemas primarios de la subsistencia. Entonces pueden avanzar un escalón más en el plano de la disputa jurídica. En Latinoamérica la mujer está absolutamente relegada. Yo tomo un taxi para ir al CELAM desde el aeropuerto de Bogotá hasta la Conferencia Episcopal a las 21:00 de la noche, que es cuando llega el vuelo desde Europa, y sistemáticamente el taxista me invita a tomar un café porque en la cabeza de una persona machista, una mujer a las 21:00 de la noche si está sola y en la calle… Este es un buen ejemplo para entender cuál es el reclamo de la mujer en Latinoamérica y este Sínodo le dará el espacio de decirlo. No es la misma situación que en Europa. Imagínese lo que ocurre con mujeres que vuelven de trabajar en un bus público a las 22:00 de la noche. Entonces Europa tiene que entender lo que está reclamando la mujer latinoamericana. Porque, si la Iglesia no es la primera que le da ese lugar, ¿quién otro va a reconocerle ese valor?

— En su opinión, ¿cómo se va a conseguir poner en común problemas tan diferentes en la Asamblea sinodal en Roma de 2023?

— En mi opinión hay que tener en cuenta los parámetros que marca el Papa Francisco que habla permanentemente de la unidad en la diferencia. No de una unidad que iguala, aniquilando las diferencias, porque eso es totalitario. Es una unidad que respeta las diferencias y las articula. Si ese principio es rector, cuando los obispos vayan a discernir sobre los informes que les llegan, creo que van a mantener esas diferencias, pero yo creo que hasta ahora no está claro. Yo agradezco mucho que me haga esta pregunta porque veo que no está claro. Volviendo a la cuestión de la mujer, la Iglesia debe ser el espacio de la dignidad para todos. Y las mujeres han aprovechado este espacio que supone el sínodo y que les da la Iglesia en Latinoamérica para reclamar ese reconocimiento social. Al mismo tiempo, el clero es muy respetado en América Latina y eso no significa que no haya posiciones clericalistas. Las hay y muchas. En esos espacios las mujeres necesitan el reconocimiento de la Iglesia. Hay una crítica, no al clero, sino al clericalismo.


La entrevista puede leerse en su integridad en el número 4.118 de la Revista ECCLESIA

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