Clara Pautasso, enfermera y misionera: “Me di cuenta que fue un viaje que cambió mi vida”

Actualmente trabaja como enfermera en Turín, y asegura que en la misión se encontró una realidad que "estaba hecha a su medida"

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Tengo un recuerdo muy preciso impreso en mi mente. Estaba cenando con mi familia en primavera y recuerdo que les dije que me iba a África en septiembre”, con estas palabras se ha expresado Clara Pautasso, una enfermera de 40 años que vive en Turín y que cuando tenía 18 años y se acercaba su examen de graduación en el instituto, se sintió llamada a vivir una experiencia misionera. Creció admirando a figuras como la Madre Teresa de Calcuta, deseaba vivir una experiencia de este tipo con todo su ser. A través de unos amigos, conoció a una religiosa misionera de la Consolata en Tanzania. De ahí nació el deseo de partir.

"Un viaje que me cambió"

Pautasso explica que “fue un viaje que me cambió, primero estuve de guardia en el dispensario de Kibiti, luego en Dar es Salaam en el dispensario y la maternidad y en Iringa. Cuando regresé, empecé a estudiar en la universidad para ser enfermera, y en cuanto mis vacaciones me lo permitieron, regresé a Kenia, a Matiri, en el Taraka, al hospital de Santa Úrsula, donde me puse al servicio de la comunidad”. De vuelta a Turín, la joven enfermera prosiguió su formación con una tesis de licenciatura sobre el paludismo, una especialización en enfermedades tropicales y el inicio del trabajo en el hospital. Pasó seis años en ortopedia y luego en urgencias. “Era como si cada elección estuviera dictada por algo que se preparaba”, dice Clara. A lo largo del camino, que también es una búsqueda interior, llegó primero la decisión de dedicarse a la medicina de urgencias y, después, en 2018, la elección seguir su propio deseo de dedicación total a ayudar a los más necesitados.

En mayo de 2018, Clara inició un periodo de reflexión. Habló con su coordinadora en el hospital y le anunció que tenía la intención de dejar el equipo de trabajo en los próximos meses. A partir de ese momento, todo fueron “preparativos para partir” dejando un trabajo seguro, un hogar, una familia. Si por un lado los misioneros de la Consolata la ayudaron mucho, por otro no descartaban las dificultades que encontraría en Ikonda, Tanzania, donde Clara estaba destinada.

En Tanzania me di cuenta de que, en realidad, todo lo que estaba viviendo era como un vestido 'cosido' a mi medida”, afirma. “Terminé trabajando en una unidad de cuidados intensivos, inaugurada sólo dos meses antes, después de haber experimentado la medicina de urgencias”.

En Ikonda no había anestesistas ni médicos de urgencias. Había médicos locales, principalmente cirujanos, así como especialistas voluntarios de países occidentales. El equipo estaba formado por enfermeras. Clara se puso manos a la obra. Primer objetivo: reforzar el equipo de enfermería. “Más que aprender a medir la tensión arterial o leer un electrocardiograma, quería ser capaz de transmitir el deseo de cuidar a una persona, que es la base del trabajo de una enfermera. Realmente pude ver el crecimiento de muchos de ellos ante mis ojos”, explica.

"Un vestido cosido a medida"

Luego llegó el momento de volver a casa. De vuelta a su ciudad natal, sin trabajo, Clara puso en marcha sus contactos para volver a partir. Fue precisamente su experiencia en África la que le hizo darse cuenta de que ése era el horizonte en el que estaba llamada a vivir su compromiso. Llegó a Turín en otoño de 2019, poco después estalló la pandemia. Debido a la falta de personal, fue "destinada" del Hospital Molinette al Hospital Mauriziano, a la sala de medicina de urgencias adjunta al Servicio de Urgencias, el primer punto de entrada para los pacientes de Covid. En ese momento, en primera línea, haciendo todo lo posible por ayudar a los pacientes afectados por la pandemia, pudo ver con claridad la urdimbre de ese “vestido cosido a medida”, en un camino en el que nada se da por sentado, ya que “hasta el último pelo de nuestra cabeza está contado” (Lc 12, 7).

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