Rosa Yamileth, la joven que decidió ser monja en un partido de fútbol: “Mi felicidad duraba 90 minutos”

La religiosa concepcionista cuenta que dio un cambio en su vida porque "cuando terminaba el partido, volvía a sentirme vacía"

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Desde pequeña me gustó el fútbol. Me apunté a un equipo femenino y entre mi casa y el deporte transcurrían los días. Aparentaba estar feliz, pero en mi interior había muchos interrogantes. Mi felicidad duraba 90 minutos. Cuando terminaba el partido, volvía a sentirme vacía”, con estas palabras se ha expresado Rosa Yamileth, una religiosa concepcionista del Monasterio de San Antonio de Algezares que abrazó su vocación durante un partido de fútbol.

Yamileth, quien comparte monasterio con su hermana Reina, cuenta que creció “en una familia con una vivencia religiosa muy profunda. Mi madre me enseñó el amor a la Virgen y las virtudes cristianas como base para fundamentar la vida. La casa de mis padres está en un entorno natural de singular belleza; eso me ayudaba a recoger mi interior y a aprovechar el cielo estrellado y el silencio de la noche para reflexionar. Siendo aún pequeña, tuve la certeza de que sería religiosa y de que me iría antes de empezar la adolescencia, para entregársela también al Señor”.

Breve paso por la congregación de las Franciscanas de la Purísima Concepción

Tenía que esperar hasta los 18 años para entrar al monasterio con su hermana, pero decidió con 15 años marcharse a la congregación de las Franciscanas de la Purísima Concepción. “Me gustó el tiempo que viví allí con estas hermanas. Era feliz. Tenían un asilo de ancianos y yo no me achicaba en cuidar, lavar o hasta amortajar a los ancianos que fallecían. Pero yo sentía como una especie de ‘traición’ por mi parte. Me agarré a mi devoción a Santa Beatriz, fundadora de la Orden de la Inmaculada: leía libros sobre ella, hacía mi altar con sus estampas… y era como vivir donde quería, pero con el corazón en otra parte. Así que le di la espalda a mi vocación y me marché de nuevo con mis padres”.

Recuerda que “algo que no cambiaba nunca eran los largos ratos de silencio y oración que seguía haciendo todos los días. Me consta que mi hermana Reina rezaba mucho por mí, pero yo me mostraba huidiza en mis conversaciones con ella. Tenía miedo de que esa llamita que sentía volviera a encenderse con fuerza. Yo pretendía esconder algo que todos sabían a voces: la vocación. Estuve en esa rebeldía unos dos años”.

Un mensaje que cambió su vida

Un mensaje de sor Eva, por aquel entonces madre abadesa del monasterio, le caló hondo. “Me dijo algo así: ‘Dios llama una vez, es ahora o nunca’. Mi respuesta en ese momento fue de evasión, porque le respondí: ‘Voy a jugar un partido, se lo dedico’. Seguí jugando, pero mi mente ya estaba en otro lado. En medio del partido me detuve en el centro del campo, miré a mi alrededor y pensé: ‘90 minutos dura mi felicidad; cuando termina el partido, vuelvo a sentirme vacía, como antes’”.

La religiosa cuenta que al llegar a casa “escribí el mejor WhatsApp de toda mi vida: ‘Quiero ser lo que siempre he deseado, entregar mi vida a Dios en la vida contemplativa’. Os aseguro que mi corazón comenzó a descansar y volví a sentir esa alegría que hacía mucho tiempo que no tenía”.

La celebración de la Jornada de la Vida Consagrada en Cartagena

En la diócesis de Cartagena, se celebrará en fiesta trasladada este sábado, 4 de febrero, en la Catedral de Murcia, donde el obispo de Cartagena, José Manuel Lorca Planes, presidirá la Eucaristía. Comenzará a las 12:00 horas y reunirá a religiosas y religiosos de las distintas comunidades de la diócesis, entre ellas las hermanas concepcionistas del Monasterio de San Antonio de Algezares (Murcia), que el pasado 8 de diciembre celebraban la imposición de hábito de una nueva novicia: Rosa Yamileth.

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