El palacio arzobispal de Sevilla abre sus puertas: “Disfrutar de lo catequético a través del arte”

Es la tercera pinacoteca de la ciudad mostrará a partir del mes de enero su gran colección de pintura barroca

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Redacción Religión

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El palacio arzobispal de Sevilla abre sus puertas a los sevillanos y visitantes dos sábados al mes. Un recorrido guiado por las dependencias nobles de un edificio que data de mediados del siglo XVI y está considerado Monumento Histórico Artístico desde el año 1969. Los sevillanos y visitantes puedan disfrutar de su gran colección de pintura barroca, además de conocer un edificio del siglo XVI que alberga las oficinas de la curia diocesana y es residencia del arzobispo, José Ángel Saiz Meneses.

Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural, ha destacado que para esta apertura “se ha buscado una mayor coherencia histórica y artística en el recorrido por el Palacio, y se han agrupado las obras más importantes por autores y localizaciones”. Por ello, “no se trata de una visita meramente cultural, ya que lo que buscamos es exponer el contexto catequético de unas obras de arte con un marcado marchamo evangelizador".

Salones nobles

Los salones nobles del Palacio Arzobispal albergan como un gran tesoro una de las principales pinacotecas de la ciudad de Sevilla. Esta calificación no es gratuita, y está avalada por dos murillos –La aparición de la Virgen a fray Juan de Quirós y La entrega del rosario a Santo Domingo de Guzmán-, seis zurbaranes –Las lágrimas de San Pedro, y los retratos de Maese Rodrigo Fernández de Santaella, San Francisco de Asís, San Bruno, Santo Domingo y San Pedro Mártir-, diversas obras de Herrera el Viejo, el calabrés Matia Pretti o la increíble colección de Juan de Espinal que se puede apreciar sobre todo en el denominado salón de los cuadros, la mayor estancia del Palacio decorada profusamente con obras de este exponente del rococó sevillano en las que se repasa la historia de la Salvación.

En el palacio hay algo más: dos patios (elegantes aun estando en obras) y la monumental escalera rematada por una bóveda donde ya aparece la pintura, justamente la de Juan de Espinal. Arriba, en una antesala, el retrato del Arzobispo Salcedo y Azcona que impulsó las de la capilla de la Virgen de la Antigua con trabajos de Duque Cornejo y Domingo Martínez, autor de este retrato. Martínez fue seguidor de Murillo y añadió a ese legado gotas del gusto francés, aprendidas en la corte sevillana de Felipe V.

Otras estancias pierden el aura de la galería: son espacios institucionales con grandes obras. El retrato de Zurbarán de Maese Rodrigo, fundador del colegio antecedente de la universidad, tiene una gama de color sobria (blanco, negro y rojo) pero llena de matices: el blanco brillante y frío del sobrepelliz del clérigo contrasta con el más apagado y cálido de la Virgen de la Antigua. El retrato se incluyó en la exposición de Zurbarán (Museo de Bellas Artes, 1998) como también las lágrimas de San Pedro ante Cristo atado a la Columna, un venerable tema iconográfico, con un cuidado tratamiento de las telas del arrepentido. Con esos cuadros comparte estancia una vibrante Inmaculada de Murillo y otra, con aire de matrona romana, de Herrera el Viejo. Finalmente, de nuevo Mattia Preti, una interesante Teresa de Jesús. En otra estancia de parecidas características nuevos cuadros de Juan de Espinal (a recordar los arcángeles, inocente motivo para elevar el efebo al lienzo), y de Matías de Arteaga, pintor y grabador manchego, formado en Sevilla, que cultiva hábiles perspectivas arquitectónicas.

En la galería de los arzobispos, los prelados cubren por completo las paredes a excepción del espacio reservado a la Inmaculada del casi desconocido Cristóbal Gómez (1589), cuadro algo torpe pero que puede iluminar la de Velázquez (1618) (quizá por eso se incluyó en la muestra Velázquez y Sevilla, La Cartuja, 1999). En el techo, alegorías de corte flamenco próximas a 1600. Entre ellas, un bodegón, género emergente que cultivaron jóvenes pintores sevillanos. Una palabra sobre el oratorio. Un elegante cuadro italiano lo preside bajo yeserías análogas a las de Santa María la Blanca. En la sala previa, un espectacular techo de Matías de Arteaga: la Asunción rodeada de un cuidado apostolado. La colección merece una visita pausada: da pistas del arte, la cultura y la sociedad de esta ciudad.

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