El legado del cardenal Enrique Tarancón: "Con equilibro favoreció una transición política sin enfrentamiento"

Este 7 de marzo de 2022, se cumplen 50 años desde que Tarancón fuese nombrado presidente del episcopado español. Con el historiador Juan María Laboa repasamos su figura

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Este lunes, 7 de marzo, se cumplen cincuenta años desde que el cardenal Vicente Enrique Tarancón fuese nombrado presidente de la Conferencia Episcopal Española. Un cargo que no abandonó hasta el 23 de febrero de 1981, coincidiendo (por casualidad) con el fallido golpe de estado de Tejero.

Tarancón falleció en 1994 y, tantos años después, es considerado como una de las figuras más destacadas de la Iglesia en la segunda mitad del siglo XX. Obispo de Solsona, Oviedo, Toledo y Madrid, fue una de las personalidades con mayor influencia en la Transición española, gracias a su espíritu dialogante, su sentido común y a su deseo de que las llamadas 'dos españas' superara sus enfrentamientos en favor de un proyecto común.

Una de las personas que mejor conoció a la figura de Enrique Tarancón fue el sacerdote jesuita Juan María Laboa, doctor en Historia de la Iglesia por la Universidad Gregoriana, historiador y escritor. En declaraciones a Ecclesia, recordaba cómo aquel 7 de marzo de 1972, en los últimos años del Franquismo, España vivía un periodo de entusiasmo, también en la vida de la Iglesia.

“Recuerdo que fue un periodo de entusiasmo para sacerdotes y laicos en España, en la que veíamos posible un cambio, una mejora, una mayor presencia libre de la Iglesia. Fue el inicio de un cambio que empezó con el Concilio Vaticano II y que en España se tradujo cuando la Conferencia Episcopal nombra a una persona de confianza de Pablo VI, muy conciliar y dispuesto a que España siguiera las normas del Concilio y la sociedad tuviera más derechos y que la Iglesia fuese más cercana a las personas y a las necesidades”, explica el catedrático de Historia.

“Tarancón representaba la aceptación de lo que significaba el Concilio Vaticano II”

Juan María Laboa conoció a Tarancón mucho antes de su nombramiento como presidente del episcopado. Concretamente en la década de los sesenta, cuando el escritor vivía en Roma como seminarista (fue ordenado sacerdote en diciembre de 1962): “En el colegio donde estaba vivía toda la Conferencia Episcopal y también Tarancón. Aún no tenía la significación a la que llegó después. Le recuerdo como un obispo cercano, que se acercaba a los seminaristas. Pero ese trato tuvo su culmen ya en Madrid, cuando me nombró Vicario para las universidades de la diócesis. Le recuerdo con cariño”, explica Juan María Laboa en Ecclesia.

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En este sentido, ha puesto en valor la tarea desarrollada por el cardenal Tarancón durante su etapa como obispo en diferentes diócesis, como en el desarrollo de una nueva acción católica o la búsqueda de una mayor presencia de los laicos en la Iglesia, que poco a poco se iba renovando: “En Madrid lo acogimos con entusiasmo. Queríamos mucho a Morcillo -su predecesor como arzobispo de Madrid- pero sus últimos años fueron tristes por la enfermedad y las diferentes visiones de la diócesis. Para muchos sacerdotes de Madrid y de la Iglesia madrileña, Tarancón representaba la aceptación de lo que significaba el Concilio Vaticano II en España. Fue quien lleva adelante la renovación litúrgica. No iba contra Franco, sino que era cercano a la España que había sufrido y quería una Iglesia más libre, más democrática, más justa”, ha subrayado el escritor.

La pastoral de Tarancón que incomodó a parte del Régimen de Franco: “Pan para todos”

Este compromiso de Tarancón le valió en la primera parte de la Dictadura problemas con el Régimen. Prueba de ello, expresa Juan María Laboa, fue la pastoral que en 1950 escribió el en su etapa como obispo de Solsona, llamada 'El pan nuestro de cada día': “En ese momento parte de la España vencedora se enriquece en una España que sufría una miseria extendida. Tarancón escribe, con asombro de todos, una pastoral en la que exige que el pan que sea un alimento para todos, y condena a los que se enriquecen a costa de la pobreza de muchos. Aquello sorprendió en aquella España”, recuerda.

Aquella pastoral de Tarancón no fue gratis, ya que parte del Régimen vio en su figura un enemigo del Franquismo. No obstante, Juan María Laboa ha destacado en Ecclesia el respeto que siempre mostró por Franco.

“En la homilía durante el funeral de Franco en el Pardo, ante su cadáver, mostraba un respeto grande hacia él, pero era consciente de que España no podía seguir sin libertades. No estaba a la contra, estaba con Pablo VI, con el Vaticano II y un espíritu más abierto y democrático que el sistema español de entonces”.

El papel de Tarancón en la Transición: “Tuvo la valentía de no confundir a la Iglesia con la política”

Ya en el periodo de la Transición, con Tarancón como arzobispo de Madrid, su figura adquirió cada vez mayor repercusión a nivel nacional. En aquel entonces, la Iglesia estaba dividida entre quienes habían vivido la persecución religiosa en la década de los años treinta, motivo por el que no añoraban la democracia, y una generación de obispos más jóvenes que deseaban un mayor aperturismo y deseaban pasar página a lo que había ocurrido décadas antes, para propiciar una transformación de España y de la propia Iglesia.

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“Pablo VI conocía bien la situación de España y las tendencias de los obispos españoles. Pablo VI deseaba favorecer una evolución más acorde a lo que pedían los jóvenes. Para ese deseo papal, encuentra en Tarancón un hombre sencillo, que hablaba con el lenguaje de la calle, y se conjugaron perfectamente. No es comprensible la transición eclesial primero y política después de España sin Pablo VI ni Tarancón. Hay que recordar que Tarancón pedía no hacer un partido de Iglesia, como fue la tentación de algunos políticos, porque era consciente del peligro”.

Tres años de la muerte de Franco, fue elegido presidente de la CEE. Un organismo que nació a la luz del Concilio Vaticano II, en un periodo en el que los obispos, como hemos comentado, estaban divididos: “Los obispos eligen a Tarancón en medio de muchos cambios. Buscaban una cabeza que dirigiera una apertura pero con sentido común. Dentro de la CEE tendría una parte en su contra, pero la mayoría estaba con él y el Papa también. Es un momento clave porque hablamos mucho de la Transición, pero tenemos que decir que no hay transición política sin una previa transición religiosa. Cuando la Iglesia española acepta la democracia y renovarse para presentar una fe y un espíritu acorde a los tiempos, lo hacen los obispos con Tarancón y Pablo VI”, sostiene el historiador.

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“En los nueve años de Tarancón al frente del episcopado consigue ayuda a Pablo VI y cuenta con obispos jóvenes que piensan de otra manera, más acorde a la juventud española. Es el mérito y momento grande de Tarancón que, con equilibrio, sentido de Iglesia y sentido de no ir contra nadie, tuvo la valentía de no confundir a la Iglesia con la política, ni siquiera con la de grupos católicos, porque decía que el Evangelio es nuestra norma, y de alguna manera lo profetiza el 27 de noviembre de 1975 en la homilía del nuevo rey, y esa es su grandeza. Ese Tarancón que se libera de la política y favorece una transición política sin enfrentamiento. Fue un hombre de diálogo yo futuro. Es lo que hoy, después de tantos años, podemos agradecerle todavía”, argumenta el historiador Juan María Laboa.

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