La esperanza con la que Bernardo Álvarez afrontaba la enfermedad del ELA: "Confiar en el Señor para que me dé paciencia y fortaleza"

El obispo emérito de la diócesis Nivariense, fallecido este martes, compartía en el programa 'Eméritos' su rutina diaria, la lucha de su familia contra el ELA y  su testimonio de esperanza para los enfermos 

José Melero Campos

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El obispo emérito de San Cristóbal de La Laguna, Bernardo Álvarez, ha fallecido este martes tras agravarse su delicado estado de salud, a los 76 años de edad.   

Un hombre al que su vida dio un giro de 180 grados el 25 de agosto de 2024, cuando fue diagnosticado de ELA. Una enfermedad que anteriormente ya habían padecido su hermano y un primo sacerdote: “Es una cosa de herencia familiar. A mi hermano se lo detectaron con 59 y duró cuatro o cinco años. Yo aguanté hasta los 75”, relataba el pasado 15 de marzo el propio Álvarez en el programa 'Eméritos' de TRECE.

Durante este último año y medio, el día a día de Bernardo Álvarez nada tenía que ver con la actividad intensa de un obispo titular. Transcurría entre la oración, la lectura, la música y los cuidados para retrasar lo máximo posible la evolución de su enfermedad degenerativa: “Ahí vamos, por las mañanas los brazos un poco paralizados, todavía muevo las piernas con facilidad, bajo las escaleras y subo las escaleras pero las manos es impresionante, por la mañana con el frío...”, comentaba Álvarez sin perder en ningún momento su sentido del humor.

El mensaje de esperanza de bernardo álvarez  a los enfermos: "Paciencia y fortaleza"

Lejos de una visión pesimista sobre los malestares propios de la enfermedad, el obispo emérito de Tenerife transmitía durante la entrevista un mensaje de esperanza a quienes también atraviesan momentos de salud complicados.

“Que confíen en el Señor y que le den paciencia y fortaleza porque es lo que pido para mí, paciencia y fortaleza para sobrellevar esta situación limitada”.

"Hay que afrontar la situación de la muerte venga de donde venga"  

En este sentido, el prelado sostenía que “la esperanza es lo último que se pierde”. Una esperanza que, subrayaba, constituye ya “la vida eterna”.

Desde que le diagnosticaron ELA, siempre fue consciente de que la curación solo podía ser obra de “un milagro”. Pero no temía a la muerte. De hecho, la afrontaba como “parte de nuestra naturaleza, unas veces por accidente, otras de enfermedad, otras de vejez, pero es así. Hay que afrontar la situación de la muerte venga de donde venga, y sobre todo pedir al Señor que nos dé paciencia y fortaleza para sobrellevar los momentos últimos de nuestra vida”, expresaba.