Clausurado el Año Ignaciano: “Celebramos una sentida acción de gracias por tanto bien recibido”

El General de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa, ha realizado la homilía durante la Eucaristía, explicando que la de San Ignacio fue "una vida a la mayor gloria de Dios"

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Este domingo, coincidiendo con la festividad del día de San Ignacio, se ha celebrado en la Basílica del Santuario de Loyola la solemne clausura del Año Ignaciano, presidida por el arzobispo Francisco Pérez, administrador apostólico de la diócesis de San Sebastián. El P. General de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa, ha sido el encargado de realizar la homilía.



Sosa ha comenzado explicando que lo que se ha podido celebrar es “una sentida acción de gracias por tanto bien recibido”. Ha querido agradecer también la implicación del cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús a lo largo de este Año Ignaciano.

Ver nuevas cosas en Cristo

“Hoy hacemos memoria de los 500 años de la herida en la pierna de Ignacio de Loyola. A continuación vino su proceso de cambio interior que lo puso en camino hacia nuevos horizontes. Seguimos su trayecto a Barcelona, Manresa, Jerusalén, Alcalá, Salamanca, París, Venecia y finalmente Roma. Durante todo este año hemos pedido la gracia de ver nuevas todas las cosas en Cristo. Es la mirada del crucificado y resucitado”.

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El General de la Compañía de Jesús ha hecho hincapié en que esa mirada de Cristo “nos hace sensibles al sufrimiento injusto de tantas personas y pueblos enteros, al mismo tiempo que renueva nuestra esperanza en el cumplimiento de las promesas del Señor”. Ha indicado que en la emblemática basílica de Loyola “queremos renovar nuestro deseo de seguir más de cerca a Jesús pobre y humilde”.



Renovación de la consagración al Sagrado Corazón de Jesús

“Queremos contribuir a predicar la cercanía del reino de Dios a todas las gentes. Renovaremos la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, que nos abre a la acción misionera, guiada por el Espíritu del mismo Señor que seguimos juntos y que queremos anunciar”.



Ha expuesto que Iñigo nos ofrece "un testimonio en la Santa Casa y va recuperando su salud física poco a poco y reconoce que el amor de Dios en su vida es más fuerte y más grande que todos sus sueños de gloria, de grandeza o de vida cortesana". En Loyola "experimenta el amor de Dios en su corazón. Convertido construye la base de lo que será todo su itinerario. Aprendió el discernimiento y lo propuso en el futuro a los demás como instrumento de elección de vida. Se enamoró de Cristo".

Una vida a la mayor gloria de Dios

Por último ha afirmado que "Ignacio quiere una mirada que le permitió ver nuevas todas las cosas el resto de su vida. Toda la vida de Ignacio fue un buscar apasionadamente ese amor de Dios. Ser su servidor en todo momento. Trató con perseverancia en que ese aliento lo recogieran todas las personas de todo el mundo y de todos los extractos sociales a los que acompaño espiritualmente. Ignacio lo hizo todo con una sola fidelidad, que la persona creciera en el amor de Dios y a los demás, con una vida digna entregada y fecunda. Una vida a la mayor gloria de Dios”.

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