«Caminando por la dignidad», lema de la IX Jornada Mundial contra la Trata de Personas

«Hay que dar voz y visibilizar» a las personas atrapadas en esta lacra, dice el obispo Elizalde, responsable del departamento del ramo de la CEE

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El próximo 8 de febrero la Iglesia celebra una nueva Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata, y lo hace bajo el lema «Caminando por la dignidad». Es la novena convocatoria de esta naturaleza, con la que se busca denunciar, sensibilizar y concienciar acerca de una realidad que sufren millones de personas en todo el mundo. Como es sabido, tiene lugar el día 8 por ser este el de la festividad de santa Josefina Bakhita, una mujer sursudanesa nacida en la segunda mitad del siglo XIX que antes de abrazar la vida religiosa en Italia fue secuestrada y vendida como esclava hasta en cinco ocasiones. San Juan Pablo II la beatificó en 1992 y la canonizó en 2000.

En la lucha contra la Trata trabajan en la Iglesia miles de personas. La Vida Religiosa lo hace desde Talitha Kum, la red internacional de la que forman parte una cincuentena de redes nacionales y diez redes regionales.

Obispo Elizalde: «Hay que crear conciencia social de este problema»

Juan Carlos Elizalde, obispo de Vitoria y presidente de la Subcomisión Episcopal para las Migraciones y Movilidad Humana, responsable en la CEE del Departamento de Trata de Personas, afirma que las principales víctimas del tráfico de personas son «las mujeres y los niños», aunque también son «víctimas potenciales» aquellas mujeres «que se dedican a la agricultura a pequeña escala, la venta ambulante, las jornaleras, limpiadoras y otros trabajos y servicios no cualificados».

«Hay que dar voz y visibilizar a las personas que están atrapadas, sin documentación, con unas deudas terribles para pagar, y cuyas familias están amenazadas en sus países de origen. Esta jornada tiene que contribuir a crear una conciencia social de este problema», indica el prelado, que reclama también «una labor de educación afectiva y sexual en las familias y en centros académicos» ante el consumo de prostitución por gente cada vez más joven. «No basta una legislación meramente punitiva. Ayuda a liberar a estas personas una adecuada antropología en la educación de nuestros jóvenes, un voluntariado concienciado y la colaboración con las fuerzas de seguridad, con organizaciones políticas y entidades civiles en cada lugar», escribe Elizalde en el último número de la revista del Departamento.

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Personas reducidas a objetos

El término Trata alude a la explotación de personas y a su reclutación, traslado, desplazamiento, ocultación o recepción mediante amenazas, uso de la fuerza, secuestro, fraude, engaño, abuso de poder, etc. Atañe al dominio que ejerce una persona sobre otra con el propósito de explotarla.

«Las personas son reducidas a objetos y desfiguradas para ser usadas y explotadas para generar ganancias», se dice en la publicación. «Las víctimas de la trata pueden verse obligadas a sufrir explotación sexual, matrimonios infantiles, precoces y forzados, o explotación laboral en diversas industrias, como la agrícola, la hostelería, la minería y la manufactura, la construcción o la pesca, el servicio doméstico. La trata de personas también puede implicar el tráfico de órganos, la mendicidad y el reclutamiento de niños y jóvenes para los conflictos armados. La explotación implica la restricción de la libertad personal y el ejercicio del poder sobre la víctima, mediante violencia, castigo real o amenazas. La trata de personas priva a las personas de su dignidad, del poder sobre sus propias vidas y el derecho a vivir con seguridad y libertad».

En la Jornada de este año la Iglesia apela a la dignidad que tiene toda persona por el mero hecho de serlo, e insta a todos, creyentes y no creyentes, a tener los ojos bien abiertos para «reconocer» los procesos que hacen que las personas acaben como víctimas de la trata. Llama asimismo a buscar y «descubrir» caminos de cuidado, inclusión y empoderamiento de estas personas, a «promover» acciones contra esta lacara y, por último, a «construir» una cultura del encuentro, como Iglesia unida.

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