El hilo que une a Vivi y a Santa Bonifacia

Las Siervas de San José impulsan en Málaga el Proyecto Hilandera, un taller textil para mujeres en situaciones de vulnerabilidad

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Cerca de 140 años separan las dos fotos que acompañan estas líneas. La labor que comenzó Santa Bonifacia en 1874, cuando fundó la congregación de las Siervas de San José para ayudar a mujeres en situación precaria continúa en la que desarrolla hoy en Málaga el Proyecto Hilandera, en el que trabaja Vivi.

En septiembre del año pasado, María Victoria, a quien todos llaman Vivi, estaba en el paro. Se había apuntado a un curso de costura y tras terminarlo fue seleccionada para trabajar en este proyecto, que acababan de lanzar las Siervas de San José. «Estaba pasando por momentos difíciles», reconoce Vivi. «Tengo dos hijas y mi marido también estaba en el paro. Pero gracias a esta oportunidad, la situación en casa ha cambiado para mejor. Antes no teníamos casi ni para comer». «Si no fuera por el Proyecto Hilandera, lo estaríamos pasando realmente mal».

Cuenta la religiosa Laura Guillén, responsable de la iniciativa, que el objetivo es «dar un salario justo y crear un clima de familia» a mujeres que pasan por dificultades. El proyecto recoge el espíritu con el que comenzó en su día santa Bonifacia, su fundadora: «Ella comenzó montando talleres de cordonería para acoger a mujeres que venían a buscarse la vida a la ciudad». De algún modo, «es lo mismo que estamos haciendo ahora, porque las siervas de San José creemos que la mejor manera de ayudarlas es ofreciendo un empleo digno».

Proyecto Hilandera es el fruto de un trabajo en red entre las religiosas, su Fundación Taller de Solidaridad y la Fundación Marcelino Champagnat, de los maristas. El resultado es «una empresa de corte y confección con sentido solidario y respetuosa con el medio ambiente, que tiene como base un modelo ético de gestión empresarial», dice Guillén.

El 9 de septiembre contrataron a las tres primeras mujeres, y ahora el taller funciona con siete trabajadoras. «Alguna de ellas es migrante, hay otra a la que se le vino abajo su negocio, también una mujer viene de un ERTE…», añade la religiosa.

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Mascarillas y batas

Al principio realizaban uniformes escolares y ropa para diseñadores que quieren apostar por un mundo de la moda más ético, hasta que en marzo explotó la pandemia del COVID-19 y tuvieron que reinventarse. «Yo siempre digo que las crisis son oportunidades si las sabes aprovechar», afirma Guillén.

Por eso empezaron a fabricar mascarillas solidarias a gran escala, al principio por encargo de la Diputación de Málaga y de la Fundación la Caixa, hasta que su labor se ha hecho tan conocida que están recibiendo pedidos de instituciones y diseñadores de diversos lugares de España. «Hasta tenemos una comercial que nos busca oportunidades de mercado, y también estamos distribuyendo las mascarillas a través de nuestra página web», señala.

Son casi 30.000 las que llevan fabricadas hasta la fecha, que se han enviado a comedores, Cáritas, parroquias, residencias de mayores, pisos de refugiados, colegios, órdenes religiosas…, y también han comenzado a coser batas de aislamiento para hospitales. Todo este volumen de negocio ha permitido contratar a más mujeres y afianzar un proyecto «que queremos que sea socialmente serio».

Hoy, las mujeres de Proyecto Hilandera «sonríen y se siente dignificadas y valoradas», dice la religiosa. Además, «el ambiente entre nosotras es muy bueno», añade Vivi. «Si alguna necesita algo ahí estamos las demás para ayudar. Es muy cómodo trabajar aquí». El hecho de haber podido emplearse en la fabricación de mascarillas en medio de la pandemia «ha sido algo muy especial, porque ha sido nuestra oportunidad de colaborar en esta época tan mala y difícil».

De esta manera, Proyecto Hilandera actualiza el espíritu que se vivía en el taller de santa Bonifacia: «Seguro que desde el cielo ella nos está ayudando a que salgan bien las cosas».

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