El Pan de la Palabra. Domingo III de Cuaresma

El Pan de la Palabra. Domingo III de Cuaresma
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Mons. José María Yanguas La cuaresma, que simboliza nuestro camino por la vida y que se presenta como una oportunidad para revisar cómo estamos llevando a cabo ese camino en relación con uno mismo, con los demás y con Dios, llega a su ecuador. Y este año en que estamos en el Ciclo A, las lecturas del domingo nos invitan a realizar un camino catecumenal, a revisar nuestra condición de bautizados, llamados a celebrar en la noche de la Vigilia Pascual la gran fiesta de la vida y de la libertad. En este sentido, hoy el evangelio y la primera lectura nos ofrecen un símbolo primordial, humana y cristianamente hablando: el agua.
as primeras lecturas de los domingos de esta cuaresma nos confrontan con algunos textos esenciales: Adán y Eva, el primer domingo, nos recordaban nuestra condición humana y su tentación radical de querer ser como Dios, convirtiéndonos en el centro de la vida; Abrahán, el domingo pasado nos animaba a salir de nuestras seguridades, a ponernos en camino, a fiarnos de la palabra divina, porque la novedad y la promesa de Dios siempre aparece por delante, en el futuro. Hoy el libro del Éxodo nos presenta al pueblo de Israel en medio del desierto donde experimenta, como también nosotros en el camino de la vida, la tentación, el desánimo, la falta de fuerzas y de confianza en Dios? En el desierto el pueblo de Israel también va a hacer experiencia de la cercanía de Dios que se conmueve, acompaña y actúa, para saciar la sed, sed que no solo es de agua, sino también de plenitud y felicidad, de libertad. Sed muchas veces difícil de saciar, porque la sed de libertad que Dios promete requiere ponerse en camino, salir de nuestra seguridad, de nuestra casa que nos inmoviliza. Y la tentación de Israel era volver a Egipto, a la seguridad de la esclavitud? En aquel lugar, en medio de la dureza de la vida en libertad, Israel va a sentir cómo Dios realmente está en medio de ellos, acompañando su aventura de búsqueda de libertad y actuando en medio de la cotidianeidad.
En el evangelio nos encontramos a partir de este domingo con el evangelista Juan, que nos va a presentar a Jesús que se va a revelar como verdadero don de Dios que es agua, luz, vida y resurrección. Todos estos símbolos con los que Jesús se va a revelar paulatinamente nos llevan a revivir nuestro bautismo y a vivir esta cuaresma en clave "bautismal o catecumenal". El evangelio de Juan es muy rico y se pueden hacer muchas lecturas debido a su rico simbolismo. Los pozos en la Biblia son lugares propicios para el encuentro y para el inicio de relaciones que terminan en boda. El evangelio de Juan es muy rico de referencias a bodas y presenta la actividad de Jesús precisamente en clave de bodas, las de Dios con su pueblo, en el primer signo realizado por Jesús en las bodas de Caná. Junto a un pozo, el de Jacob, se juntan Jesús y una samaritana, una mujer que simboliza también a un pueblo hermano, aunque enemistado, que como el pueblo judío busca saciar su sed más profunda. Jesús se hace el encontradizo y el sediento, para saciar precisamente nuestra sed. Y por medio del diálogo con esta mujer va dando pasos en los que le hace descubrir que a pesar de poder sacar agua y tener un cántaro es indigente y tiene necesidad. "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú y él te daría agua viva". Jesús ofrece agua viva, a pesar de no tener cubo. Un agua que quita realmente la sed, un agua que se convierte dentro del creyente en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
Sed, agua viva, y marido. Jesús va ahondando por medio del diálogo y le ayuda a esta mujer a descubrir su verdadera necesidad, su sed profunda, su sed de amor. Su búsqueda por saciar la sed le ha llevado a mal-casarse hasta seis veces. Y ni siquiera el sexto la ha llenado de plenitud. Dios es el verdadero esposo que viene a declararnos su amor y a desposar a toda la humanidad. En su alianza nupcial caben todos: judíos, samaritanos y gentiles. En Jesús Dios nos sale al encuentro, nos declara su amor, nos invita a descubrir nuestra sed profunda, la que muchas veces esperamos saciar con sucedáneos que no llenan. "Solo Dios basta", decía santa Teresa. "¡Tarde te conocí, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te conocí y te amé!", exclamaba san Agustín. "Tengo sed", es la expresión que marca la vida de santa Teresa de Calcuta? Las experiencias de estos grandes santos nos llevan a descubrir, por un lado, la sed de Dios por nosotros, manifestada en la cruz por Jesús de un modo tan tremendo, un Dios que se nos hace el encontradizo en el camino de la vida, y nuestra sed de plenitud, que a veces busca en pozos que realmente no pueden saciar.
Pues bien, el acceso a esa gracia, al don de Dios, al agua viva que sacia, ya la hemos obtenido, como dice san Pablo en la segunda lectura, por medio de nuestro Señor Jesucristo. "Nos gloriamos apoyados en la esperanza de los hijos de Dios. La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado". Cristo murió por nosotros siendo pecadores para mostrar desde la cruz su sed, que es la de Dios, porque todos se salven y tengan vida en abundancia.
Que la eucaristía de este domingo sea un momento de encuentro con Jesús que se acerca para dialogar con nosotros, para ayudarnos a descubrir nuestra verdadera sed de Dios, la que habita en lo más profundo de nosotros. Sed de Dios que es sed de verdad, de vida plena, de felicidad, de amor auténtico? Que durante esta cuaresma busquemos momentos de encuentro con Jesús en los que podamos, como la samaritana, repensar nuestra vida creyente, no vaya a ser que estemos saciando nuestra sed de Dios con ídolos que no hacen más que esclavizar nuestros corazones.
En este domingo recordamos especialmente a los seminaristas y a los sacerdotes que se dedican a su formación. Pedimos para que sepan estar cerca de Dios y de los hermanos, como dice el lema de este año.
+ José María Yanguas
Obispo de Cuenca