El ciego Bartimeo

El ciego Bartimeo
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es un hombre en la sombra, un hombre solo, un ciego sin luz y sin camino,
Bartimeo es también un símbolo de todos los hombres que desean ver, caminar y vivir; y es, sobre todo, un símbolo para todos en tiempos de crisis, de oscuridad, de desorientación. Bartimeo es un símbolo para el hombre que, a pesar de todo, busca y sigue buscando el norte en su vida. Y junto al hombre que busca, al fin pasa la Vida y la Luz y el Camino, pasa Jesús. Y con Jesús, el hombre se encuentra a sí mismo y se encuentra su lugar en el laberinto de la vida.
No es difícil creer; lo difícil es amar, confiar y fiarse. A veces nos encerramos en la dificultad de creer, aduciendo crisis de fe, dificultades para creer u otras excusas. Pero todos los problemas de la fe se reducen a problemas de amor; el amor es lo difícil, porque es lo más sorprendente. Y el amor es lo único necesario. Porque sin amor el hombre queda al borde del camino, queda en la oscuridad, queda solo, sin camino, sin luz, sin vida, queda sin Dios. La fe no es otra cosa que luz, camino y vida. El egoísmo narcisista reduce al hombre a sus propios deseos e intereses, le cierra los ojos y el corazón, lo paraliza al margen del camino. El hombre que vegeta en su egoísmo tiene un corazón demasiado estrecho para acoger al prójimo, demasiado estrecho para recibir a Dios. El egoísta no ve al hombre que vive a su vera, ni escucha al que grita a su lado, por eso tampoco puede ver ni escuchar a Dios. Para llegar a la fe y perseverar en la fe, para sentir a Dios cerca del corazón y escuchar el susurro de su voz, hace falta romper las barreras del egoísmo, salir fuera de sí y emprender el camino hacia los demás, y así el camino para el encuentro personal con Cristo Jesús. Este encuentro nos llevará al seguimiento de Jesús con el resto de los discípulos. Bartimeo, apenas recobrada la vista, echó a andar. Antes permanecía sentado, parado, extraviado; ahora no puede permanecer inmóvil y camina con Jesús. Así el creyente. La dificultad de la fe no es otra que nuestro egoísmo, nuestra suficiencia, nuestro narcisismo. Porque la fe es apertura, encuentro, aceptación.
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón