Carta del obispo de Lleida: «San Jaime y «els fanalets»

Salvador Giménez Valls dedica su carta a esta fiesta ilerdense y recuerda que «cada fanalet que llevamos en nuestras manos en esta fiesta es un símbolo para nuestra vida cristiana»

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Las gentes de Lleida conocen mejor que yo la tradición de los fanalets. Es una especie de procesión-romería que se inicia en la parroquia del Carmen, después de la Misa vespertina y se acaba en el oratorio del Peu del Romeu en plena calle Mayor. Asiste a esta manifestación festiva gran número de devotos y muchos niños. Todos ellos llevan en sus manos un farolillo encendido que recuerda la figura del apóstol Santiago.

No quiero centrarme en la historia de esta fiesta y en la tradición de Lleida. Otros estudiosos e historiadores de nuestro ámbito religioso y cultural lo han hecho mucho mejor que los que vivimos un tiempo aquí. Cada año aparecen en la prensa local algunos detalles de este acontecimiento que llena de bullicio, música y alegría la tarde del 24 de julio, vigilia de la fiesta del Apóstol. He explicado en alguna ocasión mi agradable sorpresa ante un hecho religioso con mi participación.

Quisiera señalar dos datos en la fiesta de este año. La luz contenida en los farolillos y el final violento de la vida, el martirio, de Santiago.

Respecto al primero, la luz, hay abundante literatura bíblica que nos explica la esencia del término, quién lo personifica y para qué sirve. Todos sabemos que la luz es un agente físico que hace visibles los objetos; digamos que se contrapone a la oscuridad o a las tinieblas. Pero nosotros vamos más allá buscando el verdadero simbolismo para nuestra vida cristiana. En los textos evangélicos la predicación de Jesús encuentra ya una densa capa de connotaciones en relación con el tema bíblico de la luz y de las tinieblas hasta identificarse Él mismo como luz del mundo; llama a sus seguidores a ser también luz y a caminar por la vida provistos de algo que ilumine nuestros pasos por este mundo. En la curación de un ciego el Señor hace pasar de la ceguera –incredulidad- a la salvación que ha prometido para quienes crean en su palabra. Vestidos le luz, instrumentos de luz, portadores de luz, signos luminosos para que todos puedan ver el evangelio que vivimos y anunciamos.

Cada fanalet que llevamos en nuestras manos en esta fiesta es un símbolo para nuestra vida cristiana. Nos ilumina para contemplar la verdad de las cosas, para curar nuestras heridas y para convertirnos cada uno en luz que ayude al hermano en el encuentro con el Señor.

Respecto al segundo, el martirio del Apóstol, nos sitúa a todos nosotros ante la realidad de la muerte violenta por no renunciar a la fe en el Señor. En este mundo hay víctimas y verdugos, personas que perdonan y personas que mantienen la agresividad y el odio. Los mártires cristianos son aquellos que mueren perdonando, sin expresiones de rencor o de venganza. Los primeros apóstoles fueron prácticamente todos mártires; no les venía de nuevo el anuncio de tal posibilidad. Jesucristo ya les dijo que serían perseguidos de modo semejante a como lo había sido con su muerte en la cruz.

En todas las épocas ha habido cristianos que han sufrido la muerte por no abandonar ni renunciar a su fe. Desde las primeras persecuciones acaecidas durante el Imperio Romano hasta los tiempos presentes. Algunos dicen que en la actualidad el grupo más perseguido y aniquilado es el cristiano aunque sea noticia menor en los telediarios o en la prensa escrita. Parece no contar para nuestro mundo occidental la muerte de los miles de cristianos que, por su fe, son atacados. A veces da la impresión que un animal salvaje, una mascota o una especie producida para la alimentación humana tiene más relevancia que la suerte de los que mueren por sus convicciones religiosas y por su fe. Pido vuestra oración por quienes mueren así en nuestro mundo.


+ Salvador Giménez Valls

Obispo de Lleida


Religión