Carta del obispo de Coria-Cáceres: «La trata no conoce fronteras»

En su carta de esta semana, Jesús Pulido reflexiona sobre la trata de personas, cuando se acerca la fecha en la que los cristianos nos unimos en oración contra esta lacra

Jesús Pulido Arriero

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El próximo día 8 de febrero, coincidiendo con la memoria litúrgica de santa Josefina Bakhita, religiosa sudanesa que fue secuestrada de niña y sufrió esclavitud durante su infancia y juventud, celebramos la IX Jornada Mundial de oración y reflexión contra la trata de personas con el lema “Caminando por la dignidad”.

Se trata, por tanto, en primer lugar, una jornada de oración por las víctimas, por los responsables directos de la trata, por quienes lo hacen posible y también por quienes permanecemos indiferentes ante esta lacra que pretende pasar desapercibida. Y para ello tendremos una celebración diocesana el mismo día 8, a las 20h, en la Iglesia de Jesús Obrero de Aldea Moret en Cáceres.

Pero también es una jornada de reflexión para tomar conciencia de las dimensiones y gravedad de la trata. Basta con asomarnos a las cifras que ofrecen los organismos internacionales para hacernos una idea. Aproximadamente 2,5 millones de personas están siendo explotadas actualmente como víctimas de la trata de personas. El 70% mujeres y niñas, con fines de comercio sexual. El 30% restante corresponde fundamentalmente al tráfico de personas para la explotación laboral, comercio de órganos o cualquier otra forma de esclavitud moderna. Mayoritariamente las víctimas proceden de los continentes de África y Asia, sobre todo de sectores marginales de la sociedad. Es una realidad con frecuencia vinculada a la migración. Los conflictos armados, la violencia social, las hambrunas y carestías, y las crisis económicas provocan grandes movimientos de personas para escapar de su situación y buscar nuevas oportunidades. Muchos quedan atrapados por las redes tejidas por los traficantes, sin documentación, con enormes deudas y bajo amenazas a sus familiares en los países de origen.

Hoy en día los medios de comunicación nos permiten conocer lo que sucede en cualquier parte del mundo en tiempo real como si estuviese ocurriendo en la puerta de al lado. Cerrar los ojos o mirar para otro lado es caer en la indiferencia o refugiarnos en el desconocimiento. Ciertamente no tenemos la solución en nuestras manos, y los gobiernos mundiales tendrán que asumir su responsabilidad ante esta lacra, de las más importantes y urgentes de nuestro tiempo. Pero no basta una legislación meramente punitiva. Es importante la formación y la información para sensibilizar y crear conciencia social, porque los mismos mecanismos de los abusos de poder y de autoridad también se pueden dar entre nosotros con los inmigrantes o sin papeles que viven en nuestros pueblos y ciudades.

La trata no conoce fronteras: también los países de destino están implicados aprovechándose de productos y servicios realizados por personas esclavas o explotadas.

No está tan lejos de nosotros como pensamos. Tiene muchos rostros y formas sutiles de aprovechar la situación de vulnerabilidad económica, emocional, familiar o social de las víctimas.

El tráfico humano convierte a las personas en objetos o mercancías, reclutadas con engaños, sometidas a todo tipo de abusos personales y de violencia, mediante castigos o amenazas, ya sea física, psicológica, o espiritual, y forzadas a trabajar en condiciones infrahumanas. La trata no solo priva a seres humanos inocentes e indefensos de su dignidad y de su libertad, sino que las humilla y las degrada como personas, haciéndoles vivir un infierno en la tierra. En la trata, la corrupción de los que están dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de enriquecerse se convierte en perversión, en delito de lesa humanidad abominable.

El día 8 en Jesús Obrero, pediremos especialmente por las víctimas, los victimarios, los gobernantes y organismos internacionales; y también pediremos al Señor que nos haga atentos y acogedores, pues con más facilidad de lo que pensamos, estas víctimas pueden estar cerca de nosotros, especialmente entre los emigrantes y desplazados, o en nuestras propias familias. Al final de la celebración, se presentará el grupo de personas que se encargarán de este tema en nuestra diócesis.

+ Jesús Pulido Arriero

Obispo de Coria-Cáceres


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