Séptimo susurro. Inma, estoy vivo

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En la resurrección se da el abrazo personal con Dios; el abrazo íntimo de Dios. Ese abrazo es la incorporación definitiva a formar parte del rostro de Dios, de su imagen que es, verdaderamente, de dónde venimos. Decía Teilhard de Chardín: «En la eternidad éramos; al nacer comenzamos a existir. Existir es ser en el tiempo. Y al morir dejamos de existir, pero no dejamos de ser. Somos seres espirituales que vivimos una aventura terrenal». Accede a contenidos adicionales en: cope.es/susurros