

"Se cumple un año de la primera carta de Pedro a los hispanos, aquel melodrama que nunca incluyó la decisión de dimitir"
Escucha el monólogo de Jorge Bustos del jueves 24 de abril
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El estudio de Mediodía Cope hoy es la columnata de Bernini, aquí en la plaza de San Pedro. Concretamente me cobija la segunda de estas 284 enormes columnas dóricas de travertino. Llevan tres siglos y medio en pie, pero parecen recién inauguradas por el Papa Alejandro VII, de tan blancas. Las han limpiado a fondo para el año jubilar. Ahora está nublado, pero cuando pega el sol las columnas reflejan la luz con tanta fuerza que deslumbran un poco. Es un gigantesco abrazo de piedra que acoge el flujo incesante de peregrinos venidos de todo el mundo para despedirse del Papa Francisco. La cola avanza a buen ritmo, pero nace a varias manzanas de aquí, así que los peregrinos se arman de paciencia. Tampoco les importa mojarse si empieza a llover, como de hecho ha pasado. Solo les importa llegar finalmente al altar y encararse con el ataúd de ciprés donde reposa Francisco con su casulla roja y su mitra blanca.
Ya sabes que la capilla ardiente instalada en San Pedro se abrió al público ayer por la mañana y está previsto que dure tres días, hasta el viernes. Anoche la afluencia de gente era tal que obligó al Vaticano a mantener abierta la basílica hasta las cinco y media de la madrugada. Cerró un rato y reabrió a las siete, y desde entonces la multitud no deja de fluir, ordenada, pero constantemente, delante de mis ojos. Personas de todas las razas que quepa imaginar, familias enteras, influencers, monjas, laicos, soldados, reporteros, hasta a la alcaldesa de Huesca me he encontrado aquí. Esta mañana, por ejemplo, he conocido a Anselmo, que nació en Murcia, pero vive en el norte de Italia y ha venido en tren con sus cinco hijos y su mujer Teresa embarazada del sexto.
España, por fortuna, no es la corte personal de ningún Calígula"
Copresentador de 'Mediodía COPE'
Ya ves que cada peregrino llega aquí con su propia historia. Su historia particular dentro de la Historia con mayúsculas que se escribe estos días en Roma, otra vez capital del mundo. En el centro de esta plaza de San Pedro se levanta un obelisco egipcio que trajo de Alejandría el emperador Calígula. Calígula ha pasado a la historia como un césar déspota y amoral, capaz de nombrar cónsul a su caballo. Pedro Sánchez habría preferido nombrarlo fiscal general del Estado, porque los caballos no escriben mensajes comprometedores que luego hay que borrar y que Google acaba rescatando y enviando a la UCO por orden del juez. Hoy por cierto se cumple un año de la primera carta de Pedro a los hispanos. Aquel melodrama pasivo-agresivo nunca incluyó la decisión real de dimitir. Solo perseguía dos objetivos: primero, tomar al Partido Socialista de rehén de su familia, forzando un cierre de filas humillante y atajando cualquier tentativa de rebelión interna; y segundo objetivo, intimidar a la prensa libre y a los jueces independientes para que dejaran de investigar la corrupción de la mujer del césar. El primer objetivo lo consiguió: aquel sábado en Ferraz vimos escenas de una sumisión escalofriante. Vimos a María Jesús Montero aporréandose el pecho como una folclórica, a Patxi López cantando la Internacional, a Óscar Puente llamando puto amo a su señor. Toda una generación del socialismo español ha atado su destino al del marido de Begoña.
Pero Pedro Sánchez fracasó aparatosamente en su segundo objetivo: la impunidad mediática y judicial. Los periodistas libres siguen publicando escándalos que afectan directamente al Gobierno. Y la Justicia sigue estrechando el cerco de las cuatro causas: la de la esposa, la del hermano, la del fiscal general y la de José Luis Ábalos, más conocido como el ciclón de Teruel. Habrá más imputaciones, se abrirá juicio oral a los investigados y si tienen que llegar, llegarán las condenas. Porque España, por fortuna, no es la corte personal de ningún Calígula".