El rostro de Cristo en el pobre: una llamada al corazón del Evangelio

Este domingo, la Iglesia celebra la IX Jornada Mundial de los Pobres con el lema “Tú, Señor, eres mi esperanza”. En su mensaje, el Papa León XIV nos invita a mirar la pobreza con ojos de fe, reconociendo que el pobre es testigo de una esperanza auténtica, vivida en medio de la fragilidad y la exclusión. Mario Alcudia reflexiona en torno a cómo la caridad, vivida como estilo de vida, transforma el corazón y construye comunidad. Y cómo esta Jornada es una oportunidad para renovar nuestra vocación cristiana; servir, compartir, dignificar y anunciar la esperanza que no defrauda

Redacción Religión

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Con el lema “Tú, Señor, eres mi esperanza” este domingo celebraremos la novena Mundial de los Pobres; unas palabras que resuenan con fuerza en un mundo marcado por la fragilidad, la incertidumbre y la exclusión. León XIV nos invita a contemplar la pobreza no solo como una realidad social, sino como un lugar teológico, donde Dios se revela y actúa con especial ternura. 

El pobre, dice el Papa, puede convertirse en testigo de una esperanza fuerte y fiable. En medio de las privaciones, la marginación y la precariedad, el pobre descubre que Dios es su roca, su refugio, su fortaleza. Y desde esa fe sencilla, pero profunda, nos interpela a todos.

Y es que la pobreza más grave como decía el Papa Francisco en Evangelii Gaudium, es no conocer a Dios. Muchos pobres tienen una especial apertura a la fe, una sed de sentido, una necesidad de Dios que no puede ser ignorada. La verdadera riqueza, el auténtico tesoro, es Dios mismo. Y los pobres, con su vida, nos lo recuerdan.

Esta Jornada Mundial de los Pobres es una llamada a poner a estas personas en el centro; no como destinatarios pasivos, sino como protagonistas.

Muy hermosamente recuerda León XIV que la caridad es el mayor mandamiento social.

En España, la pobreza adopta nuevas formas. El último informe de Cáritas y FOESSA nos alertaba de una metacrisis que afecta a millones de personas. Y ante esta realidad, la Iglesia está llamada a ser signo de esperanza, a encarnar la caridad que transforma.

Cuando comenzamos a vislumbrar el final del Año Jubilar este Día se convierte en un examen de conciencia para preguntarnos qué hemos con los dones recibidos y cómo hemos respondido al clamor de los pobres. Ojalá que esta Jornada nos enseñe a descubrir en cada pobre el rostro de Cristo, sabiendo que en ellos brilla la esperanza que no defrauda.