Cuando el dolor habla, Dios responde con consuelo
En la Vigilia del Jubileo de la Consolación, el Papa ofreció una palabra que no solo acaricia el alma herida, sino que la impulsa a caminar. León XIV recordaba que en la Iglesia nadie está solo, ni siquiera en medio del dolor más profundo. Mario Alcudia reflexiona sobre cómo ante el sufrimiento, Dios no nos abandona sino que se acerca y nos abraza.
Publicado el
1 min lectura
Esta semana se ha celebrado en Roma el Jubileo de la Consolación, un encuentro profundamente humano y espiritual. La Basílica de San Pedro se convertía en refugio para los corazones heridos recordando a los asistentes algo tan consolador como es que en la en la Iglesia, nunca estamos solos.
Fue realmente hermoso escuchar al Papa hablar con ternura y firmeza sobre el dolor que nace de la injusticia, de los abusos abrazando el sufrimiento invitándonos a caminar juntos, aprendiendo a cuidar con ternura a los más frágiles. Porque la vida no se define por el mal sufrido, sino por el amor de Dios que nunca nos abandona.
En medio de la oscuridad, León XIV recordaba que Dios permanece. Que incluso cuando todo parece perdido, hay una esperanza que nace de la comunión, una esperanza que no defrauda.
Dos mujeres ofrecieron sus testimonios; una que perdonó a los asesinos de su esposo, otra que transformó el dolor por la muerte de su hijo en misión de paz, dos claros ejemplos de que todo dolor puede ser transformado por la gracia del Señor.
El Papa también habló del dolor de los pueblos aplastados por la guerra, el hambre, la injusticia. Y pidió a los líderes del mundo que escuchen el grito de los niños. Porque consolar también es actuar.
Como nos ha dicho León XIV en más de una ocasión desde su elección, estamos llamados a ser artífices de paz, consuelo para los que lloran, hombro para los que sufren. Y también a construir puentes hacia el cielo. Porque en la Iglesia hay un consuelo que nos alcanza cuando permanecemos firmes en la fe, aunque parezca frágil como una barca en la tempestad. Nunca solos. Esa es la promesa. Y esa es también nuestra esperanza.