Alfonso Casais, profesor jubilado: "Aún recuerdo a aquellos profesores que fueron muy significativos en mi vida"
Primero como alumnos y después como profesores, en 'La Tarde' han querido darle voz a una de las historias más sorprendentes de un profesor jubilado
Madrid - Publicado el
3 min lectura
Entran al aula como cada mañana, con la carpeta en una mano y las llaves del aula en la otra. Lo hacen casi en automático, como si el cuerpo conociera el camino sin que la mente lo indique. Pero esta vez es diferente.
Esta vez, al girar la llave, saben que se acerca el final. El final de una historia que no comenzó con una oposición ni con la entrega de un temario, sino mucho antes: con un cuaderno forrado, un estuche lleno de lápices y una mochila que aún olía a nuevo.
Beatriz Vicario, tutora de quinto de primaria del CEIP PARQUE ALAMEDA en Valladolid, cuenta cómo se preparan en los colegios
Los protagonistas de esta historia —anónimos, pero reales— son hombres y mujeres que entraron por primera vez a sus colegios siendo apenas niños. Aquellos muros que los vieron aprender a leer, sumar, descubrir las capitales del mundo o recitar la tabla del 7, se convirtieron años después en su lugar de trabajo. Y ahora, décadas más tarde, esos mismos pasillos vuelven a despedirlos.
De alumnos a maestros. las historias siempre vuelven a los origenes
Muchos de ellos nunca imaginaron que regresarían. “Volví porque me ofrecieron una sustitución corta y al final me quedé más de treinta años”, recuerda uno de ellos. Aunque sus palabras no salgan en voz alta, su historia es compartida por decenas de profesores en todo el país que han recorrido este camino circular.
Hubo quienes volvieron por vocación, por necesidad o por una mezcla de ambas cosas. Lo cierto es que encontraron en su antiguo colegio no solo un empleo, sino una forma de devolver lo que una vez recibieron. Enseñar en el mismo aula donde aprendieron a escribir su nombre, donde copiaron dictados o soñaron despiertos mirando por la ventana, fue para ellos algo casi mágico.
El colegio cambió. Las paredes se repintaron, los pupitres se renovaron y hasta los métodos de enseñanza evolucionaron. Pero en el fondo, algo permanece. Un rumor constante de voces jóvenes, el timbre que marca el recreo, las risas que se escapan entre clases. Y entre todo eso, ellos, los maestros que también fueron alumnos, supieron leer los cambios sin perder la esencia.
UNA DESPEDIDA SIN ESTRUENDO
Han enseñado a los hijos de sus antiguos compañeros de clase, han compartido sala de profesores con quienes un día les dieron clase, y han corregido exámenes que les devolvieron recuerdos. “El primer día que entré a dar clase en el aula de mi antiguo tutor, tuve que hacer una pausa. Me temblaban las manos”, admite otro de los protagonistas.
No habrá grandes titulares ni homenajes multitudinarios. Tal vez una reunión en la sala de profesores, unas palabras del director y una tarta compartida entre colegas. Pero eso no importa. Ellos se van con la serenidad de haber cerrado un ciclo vital: entraron como niños, salieron como educadores.
En su jubilación no solo se llevan carpetas llenas de papeles o diplomas enmarcados. Se llevan los saludos en la calle de alumnos que ahora peinan canas, las cartas de despedida escritas con letra temblorosa y, sobre todo, la certeza de haber formado parte de algo más grande que ellos mismos.