Juan David tiene 19 años y nos habla desde la Universidad Autónoma Latinoamericana, donde estudia Derecho. Nuestra compañera Maribel Sánchez ha podido hablar con él. Ha llovido mucho desde que tenía 6 años y trabajaba en las calles de Medellín, en Colombia. Este joven cuenta que recogía basura para poder mantener a sus dos hermanos pequeños.

Sus hermanos, Fernando y María, tenían solo 1 y 3 años, y su existencia dependía del esfuerzo diario que hacía el hermano mayor, de solo 6. Y es que David cambia su tono voz y se entristece cuando nos explica que el padre había desparecido y que su madre apenas se dejaba ver por casa. Excusas para no reconocer que los tres pequeños vivían solos.

Es uno de los más de 158 millones de niños y niñas que trabajan en el mundo y de los que nos acordamos en este Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Sufren en sus propia carnes la miseria de la sociedad en las que les ha tocado vivir. En el caso de David, unido a las maras de la droga y el reclutamiento como niño soldado que llevaba a cabo la guerrilla colombiana.

Hoy, como estudiante de Derecho, reconocía que escapó por lo pelos de tener que agarrar un fusil y lo hizo con la ayuda de la ONG Ciudad Don Bosco, de los salesianos. Ahora estudia en la Universidad porque quiere ayudar a esos niños de la calle que inundan su ciudad natal, Medellín. Niños, como sus antiguos amigos, que hoy en día apenas le reconocen.

La historia de Juan David pone un foco importante de luz y esperanza en el sórdido mundo que rodea a esos millones de niños que trabajan. Niños rescatados de las garras del hambre y la miseria por distintas ONG, como Ciudad Don Bosco, formada por salesianos y laicos. Ellos siguen ayudando a Juan David, a sus hermanos y a millares de niños colombianos.