La pandemia ha golpeado especialmente a los más débiles, entre los que se encuentra la población inmigrante. Ese es el caso de Alejandra, una joven colombiana con tres hijos a su cargo: uno de 14, una de 9 y un bebé de 18 meses.
Llegó a España hace tres años con una solicitud de asilo político porque su marido la maltrataba. Durante este tiempo, se ha establecido en un pueblo de Madrid y se ha buscado la vida, trabajando, para mantener a sus hijos, de lo que ha podido: "Primero trabajé en la hostelería y después en un supermercado".
Hace seis meses, a Alejandra le denegaron el asilo y, por lo tanto, le retiraron el permiso de trabajo que tenía de forma temporal. Unos días antes había conocido la existencia de Cáritas: "Cuando mi hijo empezó a ir mal en el colegio, me presenatron a Caritas, porque eran ellos los que lo llevaban". Además, cuando se quedó sin trabajo, no dudó en dirigirse a la trabajadora social de Cáritas: "Ellos me han ayudado con todo, desde el alimento al apoyo psicológico". La situación se complicó aún más en agosto, porque tanto Alejandra como sus hijos se contagiaron de coronavirus: "Yo en aquel momento trabajaba unas horas semanales en un servicio de limpieza y además trabajaba asistiendo a un anciano".
Con el tiempo, Alejandra y sus tres hijos han vuelto a recibir ayuda de Caritas, que ahora intentar regularizar su situación a través de asesoría jurídica. Solo con papeles podrá buscar un trabajo y continuar con su vida.