El nutricionista Pablo Ojeda desempolva su pasado más oscuro y se sincera sobre cómo salió de la adicción: "Estuve planteándome vender un riñón"

Después de años atrapado en la adicción a las apuestas, Pablo Ojeda encontró en el estudio de la nutrición una nueva razón para seguir adelante. Ha contado su historia en 'Herrera en COPE'

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Pablo Ojeda es nutricionista y colaborador habitual en medios, pero detrás de esa profesión hay una historia dura de lucha contra la adicción al juego, una enfermedad mental reconocida por la Organización Mundial de la Salud. Él mismo ha narrado con sinceridad y sin filtros, en 'Herrera en COPE' cómo la desesperación lo llevó a plantearse vender un órgano vital, cómo se hundió en las deudas y la mentira, y cómo logró salir adelante gracias a su fuerza de voluntad.

Recientemente ha publicado 'Cuando me alimenté del juego: cómo el nutricionista de la tele venció a la ludopatía'. 

"Me lo ofrecieron una primera vez. Lo dejé ir, pero ya la semillita estaba en la cabeza", ha contado Pablo sobre la propuesta que recibió para vender un riñón por 60.000 euros. Ha relatado que la oferta le llegó en la puerta de un casino, donde unos “cazadores de ludópatas” detectan a personas vulnerables para aprovecharse de ellas. “Y un día cualquiera, un día más, en la salida de un casino, pues mi cara detonaba desesperación absoluta. Y vi al chico que me lo dijo, y fui yo que le dije, oye, ¿esto es serio? Y sí, sí, iba para adelante.”

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Pablo Ojeda, en los estudios de COPE (imagen de archivo)

Esta pregunta, ha explicado, no solo pone en evidencia la gravedad de la adicción, sino que refleja la pérdida del control que tiene quien la padece. “Yo no sé si aquello hubiera sido tal cual. Probablemente eso nunca hubiera sucedido, pero te hacen esa pregunta a ver hasta qué punto de desesperación tienes para hacer cualquier cosa.”

pablo ojeda, sobre la ludopatía

Pablo ha definido la ludopatía con claridad: “El juego es una adicción más. Y además es una enfermedad mental. Está diagnosticada por la Organización Mundial de la Salud.” La adicción, ha afirmado, no solo hace perder el control, sino que convierte en “normal” lo que para otros sería impensable. “En un momento determinado te crees que es la mejor opción. Que en un momento determinado te crees que robar está justificado.” Él mismo llegó a robarle a su padre dinero, convencido de que “yo me lo merezco.”

Lo más impactante es la profundidad del daño que causó en su vida. “Anoté en una libreta los puentes de Sevilla bajo los que podía dormir. Los puentes y los sitios donde me podían dar de comer.” Esta libreta, ha confesado, era la prueba de que su parte consciente sabía que “iba a terminar ahí.”

En la cúspide de su adicción, Pablo se enfrentó a la desesperación absoluta: “No hay nada más. No hay riñón que valga. No hay nada. Es el vacío más absoluto, la desesperación más agonizante. Y piensas quitarte de en medio porque lo ves una buena solución.” Sin embargo, el amor por sus hijas fue lo que lo frenó: “Te vienen a la mente muchas cosas, una hija pequeña, en la cual tienes algunos recuerdos. Eso es lo que me salvó.”

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La adicción también le costó el afecto familiar y pérdidas dolorosas, como la venta de un reloj que su madre le regaló para su boda, “una ofrenda de paz” que él empeñó varias veces para seguir jugando y que terminó vendiendo por 500 euros para poder pagar la gasolina y las fotos del evento. “Salí de aquella tienda con las manos llenas, pero con el alma vacía. Y aquello fue terrible.”

EL PUNTO DE INFLEXIÓN

Pablo ha relatado cómo el punto de inflexión llegó cuando la policía fue a buscarlo tras vender el coche de su padre para seguir jugando. “Me senté en un sillón, me puse el móvil al lado y esperé que llamara papá. Y confesé... Esa noche mi mente descansó muchísimo. Y fue cuando empecé la rehabilitación, que probablemente sea un antes y un después absoluto en mi vida.”

Después de confesar y comenzar su proceso de rehabilitación, Pablo Ojeda tomó una decisión clave para transformar su vida: dejar atrás no solo el juego, sino también el entorno que lo había acompañado durante años. “Lo fácil era dejar de jugar,” ha comentado él, “pero entendí que tenía que hacer algo con mi vida y todo el tiempo que estaba jugando, ¿qué hago?”.

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Pablo decidió entonces volcarse en los estudios. Se alejó de los bares y de los amigos que formaban parte de su antigua vida ligada al juego, y se concentró en construir un nuevo camino. Encontró en la nutrición una pasión que no solo le permitió ocupar el tiempo que antes dedicaba a apostar, sino que además le dio un propósito y una profesión.

“Me puse a estudiar nutrición. Y aquello me enamoró,” ha dicho Pablo. Ese cambio fue mucho más que académico; fue terapéutico. El conocimiento que adquirió le permitió también colaborar con medios de comunicación y ayudar a otras personas a través de su experiencia y sus consejos profesionales. Así, de una situación límite y devastadora, Pablo logró reinventarse y encontrar un sentido renovado en su vida.

Hoy, con más de trece años libre del juego, Pablo no solo ha dejado atrás su adicción, sino que ha construido una carrera sólida como nutricionista, dando testimonio de que es posible salir del pozo más profundo con determinación, apoyo y un cambio real en el estilo de vida.