Diego Garrocho, filósofo: "Antiguamente la cárcel se imponía como forma de castigo y tenía una función ejemplarizante; en el siglo XVIII se empezó a dulcificar, digamos, esa misión"
El filósofo Diego Garrocho analiza en 'Herrera en COPE' la relación entre la historia de las ideas y la política penitenciaria, desde Platón a nuestros días
Diego Garrocho
Madrid - Publicado el
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En la sección 'Laboratorio de ideas' del programa 'Herrera en COPE', el filósofo Diego Garrocho ha desgranado junto a Jorge Bustos las profundas derivadas filosóficas de la cárcel. Este análisis explora la conexión entre la política penitenciaria y la historia de las ideas, un vínculo que a menudo pasa desapercibido en el debate público actual.
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Filósofos entre rejas
La relación de la filosofía con la prisión es extensa y no solo metafórica, como cuando Platón hablaba del "cuerpo como la cárcel del alma". A lo largo de la historia, muchos pensadores dieron con sus huesos en prisión, empezando por Sócrates, cuya condena a muerte inspiró la obra de su discípulo. La lista incluye a Boecio, quien escribió 'La consolación de la filosofía' estando preso; a Tomás Moro en la Torre de Londres; o a Voltaire, encarcelado dos veces en la Bastilla.
Ya en el siglo XX, pensadores como Antonio Gramsci escribieron desde su celda sus célebres 'Cartas desde la cárcel'. Incluso Jacques Derrida fue arrestado en Checoslovaquia tras mostrar su apoyo a los intelectuales disidentes del régimen comunista.
La evolución del castigo
El propósito de la cárcel también ha sido objeto de un intenso debate filosófico. Antiguamente, la pena se concebía como un castigo con función ejemplarizante, a menudo acompañado de torturas. Sin embargo, fue en el siglo XVIII cuando se comenzó a "dulcificar" esta visión, un cambio que culminó con la obra de Cesare Beccaria, 'Sobre los delitos y las penas'.
Beccaria introdujo conceptos clave como la utilidad social de la pena y la proporcionalidad, pilares que hoy sustentan las constituciones democráticas. Un ejemplo es el artículo 25 de la Constitución española, que orienta las penas privativas de libertad hacia la reeducación y la reinserción social, prohibiendo expresamente los trabajos forzados.
Imagen de recurso de una cárcel de África
Un termómetro democrático
Se suele decir que "la calidad de una democracia la da el estado de sus cárceles". Garrocho sostiene que este, junto a la relación de la ciudadanía con la policía, es un indicador clave. En las democracias plenas, las cárceles, aunque lugares duros y hostiles, deben preservar la dignidad del individuo.
Que no se negocie la dignidad de la persona es un rasgo esencial de la calidad democrática"
Filósofo
El filósofo insistió en esta idea como un pilar fundamental del Estado de derecho. "Que no se negocie la dignidad de la persona [...] es uno de los rasgos esenciales de la calidad democrática de un país", afirmó, independientemente de la gravedad de los delitos cometidos por el reo.
Jorge Bustos, por su parte, compartió su experiencia como voluntario en la cárcel de Soto del Real, recordando la dureza que a menudo se frivoliza. "Cuando te privan de la libertad, te privan de la humanidad", sentenció, subrayando que la mera existencia de un protocolo antisuicidio a la entrada ya demuestra la terrible realidad penitenciaria.
Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.