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Luis del Val: "La impuntualidad indica desprecio al que espera y el narcisismo inherente a todo soberbio"

Ya puedes escuchar la Imagen de Luis del Val de este jueves 13 de octubre de 2022

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Luis del Val

Colaborador

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 11:44

En la obra Fuenteovejuna, del gran Lope de Vega, el Comendador visita al Maestre, en Almagro, y éste le hace esperar. Impaciente, y desairado, dice el Comendador: “Es llave la cortesía para abrir la voluntad; y para la enemistad la necia descortesía”. Y el criado del Comendador, Ortuño”, añade: “Si supiese un descortés cómo lo aborrrecen todos -y querrían de mil modos poner la boca a sus pies- antes que serlo ninguno, se dejaría morir”. Y remata el otro criado, Flores recitando la siguiente redondilla -esos cuartetos de arte menor: “Llaman la descortesía necedad en los iguales, porque es entre desiguales linaje de tiranía”.

Una de las descortesía más corrientes es la impuntualidad, porque indica desprecio al que espera y el narcisismo inherente a todo soberbio. La soberbia y el narcisismo hacen sufrir mucho al titular, porque es cierto que se considera por encima de los demás, pero también está pendiente de si sube la admiración hacia él de quienes desprecia. Y le irrita que no sea así. Los psiquiatras aseguran que esa es una de las contradicciones del soberbio narcisista. Parecería ser que quien está convencido de ser el más guapos, el más inteligente, el más listo, y el más resistente, debería despreciar la opinión de los seres inferiores, pero resulta que no es así, y cuando tiene constancia de que eso no se produce, e incluso no hay reconocimiento de su superioridad, se lleva unos disgustos tremendos, y considera que es una incomprensible injusticia la falta de admiración hacía él, y eso le enoja y le exaspera.

Que Pedro I, El Mentiroso, haya hecho esperar al Rey Felipe VI y a su esposa, podría ser una anécdota, que se hubiera quedado en ese apresurado llegar el último, sin tiempo siquiera para saludar a las autoridades que iban a recibir a los Reyes, como ese estudiante que entra a la carrera, con la clase empezada, pero lo que eleva la anécdota a categoría es que, a ésta, se suma otra anécdota, y es que, en un pasado besamanos Real, Pedro I, El Mentiroso, se colocó al lado de Felipe VI, para recibir también la pleitesía de los invitados en el Palacio Real, hasta que los servicios de protocolo le indicaron que debía retirarse, porque el anfitrión era el Rey, no él, y se apartó, y no hubo necesidad de recurrir a los bomberos, porque ser soberbio no es sinónimo de tonto, y tengo experiencia de haber tratado y observado a una apreciable cantidad de soberbios, y casi todos eran bastante inteligentes.

Pedro I, el Mentiroso, admite malamente las críticas en el Congreso, aunque deba reconocer que los seres inferiores, que componente la oposición, tienen que hacer su trabajo. Pero le molestan profundamente, y mucho más, los aficionados que, en cuanto se lo encuentran por la calle, lo abuchean. Eso le resulta tan insoportable que, antes de reconocer que no le admiran, prefiere caer en la necia descortesía de hacer esperar a los Reyes.


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