Ayer se produjo en Venezuela lo que hizo albergar la esperanza de que podía ser la ofensiva final contra la dictadura bolivariana: la liberación del preso opositor Leopoldo López por militares obedientes al presidente encargado Juan Guaidó. Sin embargo, y a pesar de la falta de noticias concluyentes, el hecho de que la mayor parte del Ejército esté de parte de Maduro y de que no se conozca el paradero de Guaidó ni de López, que se refugió con su familia en la embajada de Chile y probablemente después en la de España, no favorecen la interpretación de una resolución positiva, a favor de la vuelta de las libertades democráticas a Venezuela.

Nuestro Gobierno ha reaccionado con los buenos deseos de las misses: por la paz en el mundo y también en Venezuela.  La ministra portavoz se ratificó ayer en el apoyo del Ejecutivo al presidente encargado Juan Guaidó, pero al mismo tiempo calificó de golpe militar la operación puesta en marcha por un grupo de militares leales para liberar al candidato López en obediencia al mandato legítimo del legítimo presidente, aunque sea interino.

También en esto el Gobierno Sánchez es en esto un continuador de Zapatero, un comisionista de Maduro, que en mayo de 2005 dijo en el aniversario de la liberación de Mauthausen: “Nunca más a la opción totalitaria; nunca más al horror; nunca más al crimen por el crimen; nunca más a la locura de la guerra; nunca más al fascismo y al nazismo”. ¿Sí a la paz, no a la guerra? Barack Obama lo explicó con más claridad: “Todos sabemos que esa guerra fue esencial, porque sirvió para liberar a Europa de una ideología que sojuzgaba, humillaba y exterminaba. La ideología nazi era el mal”.

La ministra portavoz y el Gobierno al que representa harían bien en empezar a distinguir entre golpes militares. Sería bueno que empezaran por entender que no es lo  mismo el golpe de abril contra la dictadura portuguesa que el de los coroneles en Grecia o  el de Videla en Argentina. Luego ya podrían pasar a distinciones de más relieve.