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Edurne Pasabán: “En cada ochomil nos poníamos ‘Gladiator’ antes de ir hacia la cumbre”

La primera mujer en todo el mundo en conseguir coronar los 14 'ochomiles' pasa por Fin de Semana con Cristina para recordar su mejor época de alpinismo

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Cristina López Schlichting
@crisschlichting

'Fin de Semana' COPE

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 11:57

Cogemos la mochila y nos vamos a la montaña. Solo que no va a ser la típica excursión de subir y bajar, si acaso tomarnos unos bocatas y todo relajado. No, esta vez vamos a hacer algo mucho más intenso: coronar varios ‘ochomiles’, es decir, esas cimas que parecen inalcanzables para el común de los mortales.

Tranquilos porque vamos a hacerlo de la mano de una auténtica experta. Se llama Edurne Pasabán, es alpinista y además es la primera mujer en todo el mundo en conseguir coronar los 14 ochomiles, y para colmo es ingeniera industrial y empresaria española. Ha pasado por Fin de Semana con Cristina en la sección ‘amigos del programa’ para contar su historia y anécdotas: “He subido con mi hijo a la montaña hasta donde podemos llegar con él. En el País Vasco desde muy pequeños les llevamos allí, lo tenemos dentro de la sangre, nos lo han transmitido así y lo que puedo se lo transmito yo a él. En sus ojos veo que ya se le quedan cosas, se preocupa de los animales, de la naturaleza, sabe lo que es el esfuerzo porque protesta mucho… sí, le va quedando dentro poco a poco”. Edurne recuerda cómo sus padres le metieron “el gusanillo de la montaña”: “De salir, de los fines de semana irnos a los pirineos y disfrutar, yo cogí el gusanillo y luego fue creciendo”.

Y atención porque Edurne no quería ser de mayor montañera sino algo totalmente distinto: “Limpiacristales, sí, porque cuando era pequeña veía en los edificios altos a los limpiacristales colgados en lo alto y le decía a mi madre que quería ser como ellos, así que en algo parecido terminé, en lo alto. Y eso que de niña era muy miedosa, muy introvertida y pocos amigos, luego di el cambio a la montaña y mi madre dice que sobre los 14-15 años cambiaron a su hija. Muchas veces nos cuesta encontrar nuestro camino porque la sociedad no lo pone nada fácil, al revés, cada vez más exigente. Encontrar un sitio en el que encajas no es fácil y menos con esa edad, pero en la montaña sí encontré el sitio en el que me encontraba a gusto”.

Esa niña subió tan alto que se convirtió en la primera mujer del mundo que logró hoyar los 14 picos más altos del planeta, y con la famosa música de Hans Zimmer, ‘Now we are free’, de la maravillosa película ‘Gladiator’ (Ridley Scott, protagonizada por un excelso Russell Crowe): “En muchas expediciones estaba en nuestra cabeza. Esa película estaba siempre presente en las expediciones, ese ‘fuerza y honor’ en aquel entonces era parte de nosotros, para nosotros era una gesta épica. Nos la poníamos antes de ir a la cumbre, y era ‘momentazo’. En el campo base, donde pasamos mucho tiempo esperando el buen clima porque mucho es paciencia, nos acompañan tres cosas: la lectura, la música y películas en DVD. Una de las que nunca faltaba era esta”.

Edurne, mirando en perspectiva, siente que su vida tiene dos vidas distintas: “Como una vida que duró hasta que terminé los 14 ochomiles y luego empezó otra, muchas veces lo veo muy lejano y lo siento con nostalgia, esos increíbles años escalando y con la gente que conocí. A veces digo ‘podría echar marcha atrás y empezar de cero’, englobo todo, desde lo que costó empezar el deporte hasta el final donde culminé mi proyecto, lo veo con anhelo y nostalgia”.

Cuando terminé esos 14 picos sentí un vacío tremendo”, cuenta la alpinista, que concreta que “de repente, en diez años que has invertido a tener una lista con nombres y a tacharlos de ella si subías, pero llega un momento en que termina la lista y no hay más. Volver a la vida normal, aterrizar y empezar de cero otro proyecto de vida me daba muchísimo miedo porque has llegado a la cumbre pero la verdadera cumbre, como decimos, está en el campo base, abajo, y los descensos son los peligrosos. Para mí un deportista no solo tiene que hacer el descenso sino saber volver al día a día y ser tan feliz como era en la cumbre”. Por eso su día a día hoy en día es totalmente distinto: “Ahora mismo estoy sujetando una puerta para que mi hijo no entre, que está aporreándola. Es tenaz como su madre, más bien cabezón como su padre”.

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En definitiva, estos últimos años que no está alcanzando esas cumbres de más de 8.000 metros, Edurne lo reconoce: “Me falta algo, sinceramente, me falta no sé si es algo de esa adrenalina que teníamos al subir u organizar una expedición, todo eso es lo que más echo de menos ahora”. Y tanto, porque ella misma asegura que “en la montaña la cabeza me ha funcionado muy, muy bien, y he dicho ‘tengo que salir de aquí’, pones todo lo que tienes dentro de ti para salir de allí con vida, y en cambio esa cabeza me ha traído problemas en la vida real. Y quieres que lo que encuentras allí arriba esté abajo, y eso no me entraba, uno se desespera”.

La alpinista también comenta con pena la masificación del Everest: “La foto llena de gente, mercadeo… ha acabado con la esencia de las cumbres. Entre mis amigos y yo nos decimos que qué maravilla poder haber vivido un alpinismo tan distinto del de ahora, que vas a un campo base, hay gente que ha pagado dineral por subir pero no siente la montaña porque si no no harían lo que hacen de coger un helicóptero o esas colas, y es solo 9 o 10 años, ha cambiado tanto que es una suerte haber vivido la época anterior”.


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