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Ceuta y Melilla pueden esperar

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Resulta hasta cierto punto ingenuo e infantil el enfoque que la mayoría de los medios españoles ha dado a las informaciones y opiniones sobre el "hito histórico" que los Reinos de España y Marruecos han colocado en las relaciones bilaterales. En los comunicados oficiales publicados con ocasión de la visita de Sánchez a nuestro vecino, como lógica continuidad de la carta que le envió al soberano alauita el mes pasado, no se habla para nada de Ceuta y Melilla, como es natural, porque no se trataba de suscitar nuevos desacuerdos en el comienzo del deshielo. Pero aquí, en España, parece que nos hemos empeñado en hablar de la soberanía de las dos ciudades españolas como si fuese obligado llevarla a todas las mesas de negociación con Marruecos.

Hace muchos años, cuando trabajaba en el Diario "España" de Tánger y con ocasión de la visita de una delegación diplomática española, un periodista español preguntó al entonces ministro de Información, Mulay Ahmed Alaui, si se había abordado la reclamación marroquí sobre las dos ciudades españolas. Con una amplia sonrisa, el todopoderoso ministro, con su ojo tuerto entornado, dijo que no era momento de hablar de ese tema pero que el periodista podía escribir en su medio lo contrario. "Siempre es oportuno poner un poco nerviosos a nuestros amigos españoles", comentó. Y, según parece, nerviosos seguimos, décadas después.

El propio Hasan II, tan sutil y tan diplomático cuando le convenía, afirmó en otra ocasión, en el marco de aquél olvidado "espíritu de Barajas" que se forjó en la entrevista que en 1963 mantuvo con Franco en la sala Vip del aeropuerto madrileño, que Marruecos mantendría en silencio sus reclamaciones territoriales... hasta que España recuperara Gibraltar. Como razón, aducía que nadie querría, en ese supuesto, que nuestro país tuviera la llave del Estrecho y que, por tanto, todo el mundo apoyaría que Marruecos ocupase por completo la otra orilla.

En otras palabras, ¿para qué hablar de Ceuta y Melilla cuando Marruecos sigue callado en espera de la ocasión propicia? Es cierto que los dos "presidios" como llaman los marroquíes a los dos ciudades, han sido a lo largo de los años un punto de discordia entre los dos países, ya sea por los desacuerdos sobre pesca ya por el Sáhara y sus fosfatos. De hecho, cosa que apenas se ha tratado con la seriedad requerida, los incidentes del pasado año en la frontera de Ceuta, fueron provocados consciente o inconscientemente por el propio Sánchez cuando dio asilo temporal a líder del Polisario, Brahin Gali, enemigo público número 1 de Marruecos, violando así el tratado de amistad y cooperación firmado por los dos países en 1991 que obligaba a consultarse sobre temas que afectasen a la parte contraria.

Lo que ha pasado estos días se explica como el gesto de reparación necesario de aquélla muestra de temeraria deslealtad de Sánchez que costó el puesto a su ministra de Asuntos Exteriores así como el cierre de las fronteras de Ceuta y Melilla y la suspensión del tráfico marítimo. En definitiva, Marruecos ha dado una lección de diplomacia activa a Sánchez que se ha visto forzado a pagar con creces a costa, entre otras cosas, de la estabilidad interna del Gobierno, del consenso sobre política exterior y del coste del gas que importamos de Argelia. Es el precio del desprecio que ya fijó el propio Mohamed VI en su discurso del 20 de agosto pasado, aniversario de la deportación de la Familia Real por Francia en 1953 y el comienzo de la lucha por la independencia. Lo que el rey Mohamed VI dijo en sustancia fue que, a partir de ese día. no mantendría relaciones comerciales con los países que no reconocieran la postura de Marruecos sobre el Sahara. Un mensaje que ha llegado claro y nítido a un presuntuoso Sánchez que pretendía despreciar "al moro".

Ahora que se inicia una nueva etapa -es decir, una vuelta atrás- en nuestras relaciones con Marruecos, queda mucho por discutir. Puede que el Sahara haya dejado de ser una piedra en el camino de nuestras relaciones, pero habrá que esperar a que se defina esa nueva "hoja de ruta" en elaboración como colofón del "caso Gali" para calibrar el coste real de la falta de respeto de Sánchez a los acuerdos que exigían transparencia, confianza y lealtad entre los dos países.

Entre los puntos que pueden ser objeto de discordia está la fijación de las aguas territoriales entre el Sahara y las Canarias, en cuyo epicentro se encuentra el monte Tropic que cobija las minas más importantes del mundo en minerales estratégicos, como el telurio. Hace ya dos años que el parlamento marroquí aprobó dos leyes que delimitan esas aguas como parte de la soberanía de Marruecos, reservándose la explotación exclusiva sus tesoros. Y eso, por ahora, es más urgente que ls reclamaciones de Ceuta y Melilla.

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