No todas las víctimas de un atentado terrorista tienen heridas físicas. Anna Cortés salía del metro justo en el momento en que Younes Abouyaaqoub pasaba con la furgoneta por La Rambla a gran velocidad atropellando a todo el que se cruzaba en su camino y dirigiéndose específicamente hacia los grupos. Han pasado dos años, pero Anna no ha olvidado todavía aquel día. 

"Vi a gente correr y oí a otros gritar", según Cortés. "Me quedé paralizada viendo cuerpos volando, sangrando... Veía horror". Fue un momento de caos en que ella no podía moverse mientras personas muertas yacían en el suelo, otros gritaban y corrían, e incluso había quien grababa la dantesca estampa con el móvil. Un mosso d'Esquadra hizo que se refugiara en el metro. 

Estuvo un mes sin salir de casa. Lo único que quería hacer era dormir porque tenía mucho miedo. A día de hoy se sigue asustando por las sirenas. Ha estado acompañada por su familia y ha contado con el apoyo psicológico de la Cruz Roja. Confiesa que ella misma se ha querido aislar para evitar causar sufrimiento.

Cortés sigue en tratamiento psicológico por ansiedad y depresión, y está de baja laboral por segunda vez este último año. "Estos días están siendo duros porque todo se revuelve y salen demasiadas imágenes que duelen", asegura Cortés. No consume información de los medios de comunicación para evitar exponerse a estos contenidos que le siguen haciendo daño.