Siria vuelve trágicamente al primer plano de la actualidad con los atentados cometidos por el Daesh en Damasco y Homs, coincidentes con el anuncio de un inminente alto el fuego realizado por el Secretario de Estado norteamericano, John Kerry. El escenario bélico tiene ya demasiados actores para creer en una  solución pacífica del conflicto, mil veces buscada por las potencias occidentales con las reticencias de Rusia. Lo que se vislumbra en estos momentos es el recrudecimiento de la guerra, no porque los opositores al régimen de Asad se encuentren en situación de imponer sus condiciones, sino todo lo contrario. Para complicar más la situación, Turquía pretende combatir en suelo sirio a los guerrilleros kurdos. Y ello con la abierta ayuda de Arabia Saudita, que viene financiando, con Qatar, los movimientos yihadistas contrarios a Asad. Siria se ha convertido asíen el escenario del choque entre las dos grandes ramas del Islam, con el añadido del temor que siente la familia real saudita, paradójicamente aliada de Estados Unidos, ante la potente emergencia en la región de Irán, libre ya de las sanciones internacionales. Y en medio de este rompecabezas, en el que la Comunidad Internacional se ve impotente, el Estado Islámico sigue su siniestro juego de atentados en el corazón de la población civil, de acuerdo con su estrategia de sembrar el terror y forzar a los sirios a buscar refugio en Europa.