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100 años después

Descubriendo a Cortázar

Nace el mismo año que se inicia la Gran Guerra y muere ante los presagios de ficción distópica de George Orwell. ¿Paradoja? En Cortázar, sembrar la duda y someterla a contradicción es una constante. Hoy se cumple 100 años de su nacimiento.

Julio Cortázar en su piso en Francia con Flanelle.

Julio Cortázar en su piso en Francia con Flanelle.

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Tiempo de lectura: 4'Actualizado 09 may 2017

Cómo aquel pequeño enfermizo y pálido, al que todos llamaban en casa 'Cocó', se convirtió en uno de los referentes literarios de nuestro tiempo. No fueron precisamente los premios, sino los lectores y un juego de calle de la infancia, la rayuela, los que le ortorgaron el merecido reconocimiento a su obra narrativa y forjadora de ilusiones.Nació un 26 de agosto de 1914 en Francia. “Mi nacimiento fue producto del turismo y la diplomacia”, solía decir con ironía cuando le preguntaban sobre cómo había llegado a este mundo. Y seguramente, lo que nunca se atrevió a contestar fue que venía de otro planeta, al que sí consiguió llevar a sus lectores.Apenas le dio tiempo a oír el diminutivo de su nombre -Cocó- pronunciado por su padre, porque los abandonó a él y a su madre cuando tenía 6 años. Una dura pérdida que llevaría consigo desde Francia hasta Suiza, también a Barcelona y finalmente a Argentina donde creció hasta al madurez. Siempre entre lo real y lo fantástico, las enfermedades del pequeño Julio lo mantuvieron durante mucho tiempo en la cama sin otro oficio que el de leer.Pasaba las horas frente a las obras que le acercaba su madre y que se iban amontonando en la mesilla de noche. Antes de los nueve ya había leído a Julio Verne, Víctor Hugo, Edgar Allan Poe, los mismos autores que le provocaban pesadillas por las noches. Por no hablar de su alergia al ajo que mitigaba una vez más, con humor, leyendo novelas de vampiros.Pero no fue hasta los 19 años cuando Julio encontró su libro de cabecera. “Opio: diario de una desintoxicación” de Jean Cocteau, conquistó su aspiración literaria, hasta ese momento cuestionada por los demás. Porque Cocó, en el fondo, sentía una gran inseguridad, tanto que su primera aparición literaria iba escudada bajo el pseudónimo de 'Julio Denis'.En casa no se lo tomaban en serio. Después de las horas de lectura, llegó el momento de ponerse a escribir, y al compartir esos escritos le tachaban de mentiroso y cuentista. La calidad de lo que escribía no se correspondía con su edad y hasta su madre dudaba de la autoría de sus textos.Llevaban razón, fue un gran cuentista. Creador de cuentos, y una vez más golpe de ironía a quienes le subestimaron.Después se formó para maestro de literatura, estudió filosofía y también hizo sus incursiones en la escritura de guiones de cine como el 'Sombra del pasado' (1946). La traducción fue otro de sus retos. Consiguió el título que le permitió ser traductor para la UNESCO en la mitad de tiempo que duraba el curso y así le ocurrió que perdió la cabeza temporalmente y digamos que sufrió algunas crisis neuróticas que no fueron más allá de la obsesión por encontrar cucarachas en la comida. Con el cuento de 'Circe' esta obsesión se le pasó.Pero la traducción más que dejarle secuelas, lo puso en el camino hacia su primer amor: Aurora Bernárdez. La misma que le acompañó hasta el último día aquel frio 12 de febrero de 1984, cuando la leucemia marcó la casilla 'cielo' de su vida, de su rayuela.Aurora fue su primera esposa, luego llegó el romance con Lituana Ugné Karvelis, de la que aprendió a cultivar el interés político. Su segunda esposa, Carol Dulop, una escritora estadounidense, llenó su soledad literaria y le llevó a escribir las citas más inolvidables, no por delicadas sino por reales: el amor en Cortázar es lo natural, lo cotidiano, lo sencillo, lo descarado y abrupto en la narración. Cuando ella murió, el escritor se sumió en una profunda depresión de la que supo resurgir con su Olivetti Lettera 22, esa vieja máquina eléctrica que siempre le acompañó.En 1981 Julio Cortázar entra en su recta final, sufre una hemorragia gástrica de la que no acaba de recuperarse. En 1983 hace su último viaje a Buenos Aires y los dos años de vida que le quedaron los pasó en la Rue Martel, un piso de París y la casa de la Rue L'Eperon con su gata Flanelle.Julio Cortázar el mismo que creó ese lenguaje para los enamorados, el 'eglíglico'. Que amaba escribir cartas porque era un bohemio de la correspondencia. Cortázar el que admiraba a Salinas, Cernuda, Jorge Luis Borges y a John Keats. Que lo mismo te hacia una prosa o un poema, que una narrativa surrealista. Aficionado al boxeo Como Ernest Hemingway o Norman Mailer , porque admiraba al hombre que siempre iba para adelante decidido y con coraje a por la victoria. El Cortázar humano, que dudó en el título de su obra más recordada y que, después de pensarlo, eliminó 'Mandala' por 'Rayuela'. Mandala le sonaba pretencioso, así que se decidió por Rayuela, el juego infantil que traza como objetivo alcanzar el cielo, justo lo mismo a lo que aspira Horario Oliveira, salto a salto, igual que los lectores. Y sin olvidar su pasión por el jazz y su trompeta, porque siempre se confesó como músico frustrado. Todos esos, a la vez o destiempo eran Julio Cortázar.El piano, fue su primer contacto con la música. “Me obligaron a tocarlo desde los ocho hasta los trece y un día cerré el piano y no quise tocarlo más”. Un día una tía suya, fanática de Bach y de Chopin fue la que hizo de él un melómano.Y más allá de cuestiones formales, Charlie Parker como Johnny están reflejados en el relato El perseguidor. Cortázar retrató en La vuelta al piano de Thelonious Monkun el concierto al que asistió, y resulta imposible olvidar el Club de la Serpiente de Rayuela, donde se cita a Parker, Monk, Louis Armstrong o Bessie Smith. De hecho, entre sus autores favoritos y los discos que se hubiera llevado consigo en caso de douvio universal estaban: Dizzy Gillespie, Miles, Colttrane, Jelly Roll Morton, Louis Armstrong y Duke Ellington.Tenía un concepto de la música tan respetuoso como el que le rendía a la literatura: “Jamás pongo música mientras hago otra cosa. Los que compusieron esa música no lo hicieron para que fuera un fondo musical sino para que lo oyéramos con la misma atención con la que leemos un libro”.Espontáneo como la improvisación del swing, un tipo inédito. Ese era Julio Cortázar. Es 100 años después.

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