La frontera lleva su nombre trenza la vida de cuatro mujeres de una misma familia. Todas ellas llamadas Esperanza, todas ellas con penas en el alma. Desde 1913 hasta nuestros días, el amor se muestra como hilo conductor de una historia que recorre tres conflictos, dos mundiales y uno civil, y las heridas que cada uno dejó en todos los que los sufrieron.

Elena Moreno firma esta novela de amor y de guerra, una emocionante saga que recupera el legado de las 'golondrinas' y pone en valor la fuerza de las mujeres que, batalla tras batalla, crisis tras crisis, logran sostener familias, negocios, pueblos, ciudades. Siempre calladas y por ello en gran parte silenciadas, las mujeres han sido víctimas, cuidadoras, combatientes, heroínas sin medallas al valor con el coraje del mejor soldado. La historia así lo ha demostrado.

Una saga de golondrinas

Hablamos de un relato de madres e hijas, de mujeres sin hombres, porque les fueron arrebatados por la violencia del siglo xx, de heridas profundas que aún hoy siguen sin cerrarse y cartas sin abrir que cuentan secretos. Una saga familiar que alternando pasado y presente teje un tapiz de sentimientos que recorre algunos de los episodios más duros de una España en guerra, de una Francia invadida, de un mundo sumido en el caos donde solo algunos supieron mantener la cordura. Aparece así la ficción jalonada con hechos reales que cuentan a la par la historia de dos países separados por una costura de montañas. Elena Moreno se asoma a los valles del norte, a la vida en aquellos lugares de difícil acceso en los que a pesar de todo sí llegó la guerra y ese terror de las ejecuciones extrajudiciales y los paseíllos —Navarra fue clave para los planes del general Mola, pero en el valle los partidarios de la República y la izquierda siempre fueron más numerosos que en otras zonas—. En ellos, pastores y almadieros soñaban con un reparto equitativo de la riqueza. Burgui, el pueblecito de las protagonistas de la novela, no solo es la puerta de entrada al valle del Roncal, un enclave precioso transitado hoy por senderistas y gentes que buscan la belleza y la tranquilidad en sus paisajes regados por el río Esca, también es memoria viva del oficio de almadiero, y de las «golondrinas», y su ruta es hoy un sendero de interés turístico que une España y Francia. Un camino que entre 1870 y 1940 realizaron cientos de mujeres para trabajar en la industria de la alpargata de Mauléon.