El telón de la Discordia sobre la accesibilidad se abre en el Teatro López de Ayala de Badajoz

Denuncias de afectados y aclaraciones institucionales sumergen al principal coliseo pacense en un debate sobre la inclusión real en la cultura.

Zona accesible del Teatro pacense

José Luis Lorido

Badajoz - Publicado el

3 min lectura

La polémica ha vuelto a instalarse en el Teatro López de Ayala de Badajoz. No por una obra de teatro, sino por el propio drama de la accesibilidad. La Asociación de Personas con Discapacidad de Extremadura (APAMEX) ha querido pronunciarse para denunciar el incumplimiento de la normativa en materia de plazas adaptadas. Según su comunicado, el teatro solo cuenta con dos plazas para personas usuarias de silla de ruedas, una cifra muy lejana a las ocho que exige la ley para un aforo de 752 localidades. Esta carencia, sostienen, ha generado numerosas quejas de personas con movilidad reducida que se ven imposibilitadas para disfrutar de la oferta cultural de su ciudad. Además, APAMEX critica la ubicación actual de estas plazas, relegadas a la última fila del patio de butacas, y señala otros puntos negros como la inaccesibilidad del cafetín.

Frente a esta acusación pública, el Teatro López de Ayala ha alzado el telón de su gestión para ofrecer luna aclaración sobre el tema. En su respuesta, la dirección del coliseo expresa su sorpresa ante la existencia de una “polémica”, argumentando que el asunto se encuentra en una fase de estudio y consenso. Confirman que se ha mantenido una reunión con APAMEX, en la que se abordó la posibilidad de ampliar el número de plazas adaptadas de dos a ocho. Fruto de ese encuentro, se acordó que la asociación remitiría una propuesta formal que será elevada a la próxima reunión del Consejo Rector del Consorcio. En dicha sesión, se determinará la ubicación idónea y se analizarán las implicaciones técnicas, incluida la inevitable reducción del aforo que conllevarían las obras.

 La letra pequeña de la ley  

El meollo del conflicto reside en la normativa. APAMEX se apoya en el Documento Básico de Seguridad de Utilización y Accesibilidad, que estipula la obligatoriedad de una plaza reservada por cada 100 butacas o fracción. La aplicación matemática es inexorable: 752 butacas equivalen a ocho plazas. Pero la solución no es solo numérica, sino también espacial. La asociación no se limita a señalar el problema, sino que aporta una solución técnica detallada: proponen eliminar la última fila de asientos en ambos laterales y habilitar plazas en los palcos del anfiteatro, específicamente en los números 5 y 6, a los que se puede acceder mediante un itinerario accesible. Para avalar su propuesta, citan el ejemplo del Teatro Español de Madrid, un recinto con protección BIC que ya ha integrado plazas adaptadas en sus palcos.

El Teatro, por su parte, reitera su “disposición” a acometer las reformas, pero subraya que cualquier actuación debe seguir los “cauces administrativos establecidos” y contar con la aprobación del Consejo Rector, el órgano de máxima dirección. Este argumento choca con la urgencia expresada por los usuarios. La dirección también precisa que las únicas incidencias recibidas hasta la fecha se refieren al traslado de las plazas de la fila 1 a la 17, una modificación hecha, aseguran, “conforme a la legislación vigente”. Sin embargo, este traslado evidencia un problema de fondo: la mesa de sonido ocupa un espacio potencial para plazas adaptadas y las normas de evacuación impiden ubicarlas frente al escenario, creando un puzle logístico de difícil solución.

 El último acto  

El conflicto del López de Ayala es un microcosmos de una lucha más amplia: la de la inclusión frente a la inercia. Mientras APAMEX, con la ley en la mano y la experiencia de reformas pasadas, clama por una solución inmediata, la institución teatral apela a la paciencia y al procedimiento. La cultura, en su sentido más elevado, debe ser un derecho accesible para todos, no un privilegio para quienes pueden salvar escalones y barreras arquitectónicas. El verdadero drama no está en el guion de ninguna obra, sino en la espera interminable de quienes merecen, como cualquier otro ciudadano, que el telón se alce para ellos sin condiciones. El próximo movimiento, ahora, depende del Consejo Rector.

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