Hablan catalán y están dentro de Francia, pero es España: 1.500 vecinos viven así desde hace más de 300 años
Llívia pertenece a la provincia de Gerona, en Cataluña, pero geográficamente este pueblo se encuentra en el país vecino, concretamente rodeado por el departamento de los Pirineos Orientales
Atardecer, crepúsculo y anochecer sobre Llivia, visto desde el camino hacia el castillo
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A simple vista, Llívia parece un tranquilo pueblo de montaña más en el corazón de los Pirineos. Sus casas de piedra, el uso cotidiano del catalán y su estrecha relación con la cultura catalana no sorprenden al visitante. Lo insólito viene al mirar el mapa: esta localidad catalana no se encuentra dentro de España… al menos geográficamente. Llívia es un enclave español rodeado por territorio francés, un capricho de la historia que lleva más de tres siglos marcando el día a día de sus 1.500 habitantes.
Administrativamente, Llívia pertenece a la provincia de Gerona, en la comunidad autónoma de Cataluña. Sin embargo, está completamente rodeada por el departamento francés de los Pirineos Orientales, una situación que la convierte en uno de los enclaves más curiosos de Europa. Para entrar o salir de este pequeño municipio, hay que cruzar territorio francés, aunque sin pasar controles gracias a los acuerdos de libre circulación vigentes en el espacio Schengen.
Una frontera marcada por la historia
La peculiar ubicación de Llívia tiene su origen en el Tratado de los Pirineos, firmado el 7 de noviembre de 1659 entre las monarquías de España y Francia. Este acuerdo ponía fin a décadas de enfrentamientos y supuso la cesión de 33 pueblos catalanes a Francia. Llívia, en principio, debía ser uno de ellos. Sin embargo, una diferencia jurídica cambió su destino para siempre: Llívia no era un pueblo, sino una villa real, lo que la excluyó de la cesión.
Vista aérea de Llivia y su entorno rural en un atardecer de otoñoESP Vista aerea de Llivia y entorno
Para evitar ambigüedades, en 1660 se firmó el Tratado de Llívia, por el que se ratificaba su pertenencia a España. Eso sí, con una condición: la villa no podía ser fortificada, evitando así conflictos militares. Lo que nació como una solución diplomática provisional ha perdurado durante siglos, generando una identidad muy singular.
Los habitantes de Llívia hablan mayoritariamente catalán y castellano, aunque también entienden y en algunos casos utilizan el francés. Esta convivencia de idiomas refleja la fusión cultural de un pueblo español enclavado en Francia.
Una joya cultural
Además de su interés geopolítico, Llívia guarda un tesoro histórico: la farmacia más antigua de Europa, documentada desde el siglo XV. Hoy convertida en museo, es uno de los principales atractivos turísticos de la zona, junto con sus iglesias románicas y sus paisajes de alta montaña.
El día a día en Llívia implica cruzar la frontera para cuestiones tan básicas como acudir al colegio, al centro de salud o hacer la compra. Aunque la situación puede parecer incómoda, los acuerdos bilaterales entre España y Francia garantizan la libre circulación por la única carretera que conecta Llívia con el resto de Cataluña. Un caso similar ocurre en otros enclaves europeos, como Baarle-Hertog en Bélgica o Büsingen am Hochrhein en Alemania, lo que demuestra que las fronteras, a veces, no son más que líneas administrativas frente a realidades sociales mucho más complejas.
Atardecer, crepúsculo y anochecer sobre Llivia, visto desde el camino hacia el castillo
Más allá del mapa, Llívia es un símbolo de convivencia, de resistencia cultural y de cómo la historia puede moldear el presente de formas inesperadas. Un rincón donde España y Francia se dan la mano, pero donde los vecinos siguen sintiéndose, sobre todo, catalanes.