La gran mentira del Barrio Gótico de Barcelona, al descubierto: "Es una falsa atracción para turistas"
Un historiador revela cómo el icónico barrio barcelonés es en gran parte una invención del siglo XX creada para atraer al turismo y forjar una identidad
Barcelona - Publicado el
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Pasear por el Barrio Gótico de Barcelona es una experiencia que transporta a millones de turistas cada año a una supuesta Edad Media de postal. Sus callejuelas, sus imponentes fachadas y sus puentes fotogénicos parecen susurrar historias de hace siglos. Sin embargo, una parte importante de esa narrativa es falsa. Así lo ha explicado el historiador Òscar Uceda, de la asociación de historiadores Antoni Capmany, quien destapa la realidad de un barrio que, en gran medida, es un decorado neogótico construido a finales del siglo XIX y principios del XX. Lejos de ser un tesoro medieval conservado intacto, es el resultado de un ambicioso proyecto con mucho de escenografía y poco de fidelidad histórica.
Según Uceda, la transformación del corazón de Barcelona respondió a dos grandes motivos: el turismo y la identidad.
Un Gótico a medida para el turismo
Según Uceda, la transformación del corazón de Barcelona respondió a dos grandes motivos: el turismo y la identidad. A finales del siglo XIX, la burguesía catalana sentía que a la ciudad le faltaba un barrio gótico monumental a la altura de su pasado medieval. “Barcelona no tenía un barrio gótico y ellos se plantean: ‘¿cómo es posible?’. Así que deciden que tienen que hacer uno que sea único”, explica el historiador. El objetivo era doble: por un lado, crear un polo de atracción turística y, por otro, forjar una identidad arquitectónica catalana diferenciada.
El resultado fue una febril actividad constructora donde la imaginación superó con creces al rigor histórico. Se levantaron edificios de nueva planta y se restauraron otros existentes de una manera “muy florida y con mucha imaginación”, alterando por completo su morfología original. En palabras de Uceda, se diseñó un barrio para ser admirado, aunque para ello hubiera que inventárselo. Por eso, más que de un Barrio Gótico, el experto insiste en que deberíamos hablar de un “barrio neogótico”.
Una falsa atracción para turistas
Iconos que no son lo que parecen
Algunos de los lugares más fotografiados del Gótico son, en realidad, sus mayores invenciones. El ejemplo más llamativo es la imponente fachada de la Catedral de Barcelona. Uceda revela que, si miramos fotografías de finales del siglo XIX, en su lugar solo había “una pared como si fuese una pared de frontón, completamente lisa”. El frontal neogótico que hoy conocemos no se terminó hasta 1912, financiado por un banquero de la época. Otro de los grandes fraudes históricos es el famosísimo Pont del Bisbe o Puente del Obispo, con su calavera incluida. “Directamente no existía”, sentencia Uceda. Se trata de una construcción de fantasía que se finalizó en torno a 1928, durante la dictadura de Primo de Rivera.
Una prueba más del afán por crear una historia que nunca existió, convirtiendo el centro de Barcelona en algo parecido, según Uceda, a un “parque temático” o un “Poble Espanyol a lo grande”.
La operación de marketing de la época llegó a tal punto que, como cuenta el historiador, se llegaron a publicar postales turísticas que presentaban el puente recién construido como el “antiguo puente del obispo”. Una prueba más del afán por crear una historia que nunca existió, convirtiendo el centro de Barcelona en algo parecido, según Uceda, a un “parque temático” o un “Poble Espanyol a lo grande”.
La moda francesa que 'destrozaba' la historia
Esta fiebre por reinventar el pasado no fue una idea exclusivamente barcelonesa. Uceda enmarca este fenómeno en una corriente más amplia que nació en Francia, impulsada por el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc. Este movimiento romántico sentía una fascinación idealizada por la Edad Media, pero, paradójicamente, su amor por la historia terminaba por destruirla. El motivo era que los edificios medievales auténticos, a menudo sobrios y austeros, no cumplían con sus expectativas estéticas.
Cuando miraban estos edificios auténticos, no les acababan de agradar porque no encajaban en su concepto romántico idealizado
“Cuando miraban estos edificios auténticos, no les acababan de agradar porque no encajaban en su concepto romántico idealizado”, detalla Uceda. La solución era sencilla: reconstruirlos para que fueran más atractivos y espectaculares, aunque eso implicara “cargarse el original”. Esta filosofía se aplicó en lugares tan emblemáticos como la ciudad amurallada de Carcasona, que el historiador califica como “todo un invento de Viollet-le-Duc”, o el Mont-Saint-Michel. En Cataluña, este mismo método se usó en la reconstrucción del monasterio de Ripoll o en el Palacio de la Paeria de Lleida, que fue modificado para ajustarse a un modelo ideal de palacio medieval catalán diseñado por Puig i Cadafalch.
Lejos de pedir que se derribe este patrimonio, la intención de Òscar Uceda es simplemente que se conozca la verdad. “Ahora forman parte de la historia”, reconoce, pero pide que los visitantes y locales sean conscientes de que lo que admiran es, en su mayoría, una construcción del siglo XX. Un escenario monumental que esconde cómo era la Barcelona medieval real: “mucho más austera, más sobria, pero más real”. Al final, lo cortés no quita lo valiente, y saber la historia que hay detrás de las piedras no impide disfrutar de su belleza, aunque esta sea más reciente de lo que parece.
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